Una ciudad como Barranquilla o Cartagena o como cualquier otra, puede ser vista como la habitación propia pero también como la cárcel desde donde un autor escribe su obra. El Caribe colombiano es esa región, ese lugar propio y capaz de percibirse como ambas cosas para Cristina Bendeck, Fabián Buelvas, John Better y Kirvin Larios, cuatro escritores caribeños que conversaron ayer con Pedro Carlos Lemus sobre el oficio de escribir bajo este rótulo, aunque algunos de ellos prefieran no tenerlo.
'Prefiero ser una lata sin etiquetas que te encuentras en el supermercado y que adentro puede tener desde frijoles hasta comida para perros. Eso del escritor queer, escritor del Caribe, escritor de terror… eso se lo inventan las editoriales para venderte como un producto. No sé qué de especial tiene ser un escritor del Caribe', comenzó diciendo Better, quien luego encontró y destacó una virtud común de los autores de esta región: 'su sentido del humor es inteligente y te explota en la cara cuando los lees'.
'No hablo de un humor fácil, como del que está plagado la literatura en el Caribe, sino de un humor interesante como el de Ramón Illán Bacca', dijo Better, cuya ópera prima, Locas de felicidad (Editorial La Iguana Ciega), resulta ser un crudo compilado de crónicas travestis de la Barranquilla de los años ochenta y noventa, un relato salpicado de sangre tanto como de humor.
Para Kirvin Larios, el Caribe colombiano, como todo lo que es cercano, 'desarrolla una relación cómoda y pacífica pero que poco a poco puede mostrar grietas y tornarse incómoda'.
'Pasa por ejemplo con la familia, los amigos, los escenarios de la ciudad y la región. En el Caribe nos damos mucho autobombo: que somos muy felices, muy tranquilos, muy relajados; pero me parece más interesante cómo esas cosas tienen sus dobleces y cómo esos roles y personajes que hemos inventado terminando siendo cuestionados', aseguró Larios, autor del libro de relatos Por eso yo me quedo en mi casa (Destiempo).
Desde la isla. La escritora sanandresana Cristina Bendeck, ganadora del Premio Nacional de Novela Elisa Mújica con Los cristales de la sal (Laguna Libros), cuestiona en su novela, a través de la mirada de la protagonista, la relación con una isla cuya historia resulta desconocida. Para Bendeck, 'escribir desde la isla es una experiencia completamente distinta'.
'A diferencia de la ciudad, la isla no tiene márgenes porque el horizonte es infinito y aun así se convierte en una cárcel. La literatura de isla te encierra en esa geografía. El territorio desde donde escribo no ha sido muy narrado, mucho menos desde lo contemporáneo, así que tuve que preguntarme cómo describir esa isla que es una ciudad pero también un pueblo y qué está cargado de una cantidad de dinámicas (…) Estaba aburrida de la mentira del mar de los 7 colores, San Andrés no es eso', expresó Bendeck.
¿Mencionarla o no?. Situar los acontecimientos, sean trágicos, casuales o fascinantes de sus obras en esa 'habitación propia' es uno de los cuestionamientos que, reconocieron los escritores, se hacen ellos mismos durante el proceso creativo.
Fabián Buelvas, escritor nacido en Corozal (Sucre), autor de La hipótesis de la Reina Roja y Tres Informes de Carnaval, una historia de sexo, amor y odio en medio de una conspiración secreta contra el Carnaval, contó que disfruta llamar a Barranquilla por su nombre en su obra, así como nombrar los colegios y las tiendas y las calles porque 'puede que mañana ya no estén'.
'Me dedico a nombrar las cosas porque uno no sabe si ese edificio que te gusta mañana tiene otro nombre o ya no está. Eso es una certeza y no una metáfora. Siempre nos dicen que estamos en transformación y que la ciudad no va a parar, así que cualquier cosa que esté puede ya no estar', aseguró Buelvas.
Para él, que sea Barranquilla y no otra ciudad, habla de cómo se ha construido una idea de ese lugar 'que no existe per se, sino que se ha creado a partir de ideas que van desde los símbolos patrios hasta que un montón de gente reunida le haya puesto Barranquilla'.