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Setenta años después de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, el testimonio del jesuita español Pedro Arrupe sobre lo que definió como 'un suceso por encima de la Historia' sobrecoge el ánimo de quien lo lee, ya sea relatado por él mismo o por un joven Gabriel García Márquez.

'La explosión de la primera bomba atómica puede considerarse un suceso por encima de la Historia. No es un recuerdo, es una experiencia perpetua que no cesa con el tictac del reloj (...) Hiroshima no tiene relación con el tiempo: pertenece a la eternidad', afirma en su libro Yo viví la bomba atómica, de 1991.

El libro autobiográfico de Arrupe vio la luz mucho tiempo después de que en 1955 concediera una entrevista a Gabriel García Márquez, quien tenía entonces 22 años y que 27 años después quedaría consagrado con el Nobel de Literatura.

En Hiroshima, a un millón de grados, es el título de la crónica que Gabo escribió a partir de su entrevista con Arrupe, quien había llegado como misionero a Japón en 1938. Cuando el avión de guerra estadounidense Enola Gay soltó sobre Hiroshima su mortífera carga, el religioso dirigía el noviciado de la Compañía de Jesús en esa ciudad.

Después de la II Guerra Mundial y tras 12 años en Japón, recorrió el mundo dando conferencias y así llegó a Bogotá y conoció a García Márquez.

Arrupe le contó que Hiroshima, una ciudad de 400.000 habitantes, no había sufrido hasta entonces un solo bombardeo, pero la población era disciplinada y acudía a los refugios antiaéreos si las sirenas sonaban, como ocurrió aquel 6 de agosto.