Es hora, entonces, de perder el miedo, y que la dirigencia lleve a cabo todo lo que tortura a Petro, a ver hasta dónde llegan sus amenazas, hasta dónde las fuerzas subversivas lo acompañarán, hasta dónde las tales coordinadoras podrán coordinarse con todos sus pares en el país, y hasta dónde ese llamado a las calles no pasará de un vandalismo fácilmente controlable.
Petro dice combatir la corrupción, pero la tiene ahí, en su seno, debidamente pechichada, porque bien sabe que en este país se adelantan investigaciones exhaustivas que llegarán hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga. Pero nunca pasa nada.
No se sabe quién da más jartera: Si Petro y los petristas con sus desvaríos, o los columnistas y opinadores con su andanada de señalamientos y acusaciones que no conducen a nada. Todos los días se registran toda clase de señales de los avances del petrismo en la destrucción del país, y todos los días la dirigencia nacional envía toda clase de arengas advirtiendo que no se le puede dejar avanzar, y que hay que impedírselo.
A su marcha del primero de mayo, claro, debidamente engrasados con dineros públicos o sea de la gente, asistirán todos los indígenas (quién sabe si todos, porque hasta en Cauca la marcha fue multitudinaria) traídos en muchos buses, todos los malandros de los carteles que quieran exponerse a un canazo, los maestros de Fecode, los empleados públicos (¡ojo. Margarita!), sindicatos y la primera línea que ya no es primera, y otros cómplices. Pero no sumarán mucho. Será una chichigua frente a lo que ya vimos.