Lo digo sin tapujos y con conocimiento de causa: creo que no existe en mi ciudad un puesto más desagradecido que el de ser directora de Carnaval de Barranquilla SAS.

Luego de once años liderando el operador más importante de la fiesta más grande de nuestro país, su directora Carla Celia se despide del cargo dejando, en mi opinión, muchos logros que lastimosamente pocos le reconocen, en gran parte, por desconocimiento. Porque la verdad, pocos saben cómo es que le entra el agua al coco, y pocos tienen idea de lo que significa buscar la financiación y trabajar en la ejecución de este festejo que mueve la economía como pocos son capaces de hacerlo por Barranquilla y sus barranquilleros.

Así que antes de dejar por escrito las razones por las que sé que Carla Celia se está yendo por la puerta grande, inclusive teniendo en cuenta lo que esta pandemia significó tanto para ella como para todo su equipo de trabajo, vuelvo y repito lo que he dicho en anteriores columnas: en Carnaval de Barranquilla SAS no hay plata, sino todo lo contrario.

Me siento en la necesidad de repetirlo, pues viendo algunos comentarios en redes sociales de cibernautas, me di cuenta que pocos tienen idea de cómo es que se financia esto. Y eso es peligroso.

Antes de la creación de Carnaval SAS, es decir, hace unos treinta años, el Carnaval de Barranquilla se financiaba como se financian casi todas las fiestas de nuestro país: con el dinero de los ciudadanos. ¿Y qué pasaba? Que la fiesta se quedaba siendo una fiesta pequeña, una que dependía en su totalidad de la honradez del alcalde de turno, de cuánto quería destinar para ello, y de cuánto tiempo le dedicaría a su poca organización.

Pero los visionarios de esta ciudad decidieron que esta fiesta centenaria merecía más, merecía ser conocida por todo el mundo, y merecía tener el estatus del que hoy goza. El Carnaval de Barranquilla es hoy un referente de orgullo nacional, y esto es gracias a una buena organización.

¿Pero cómo se financia? Pues lo he dicho antes. Hacer esta fiesta cuesta entre unos 12 mil y 15 mil millones de pesos, y la Alcaldía de Barranquilla le da 700 millones de pesos a Carnaval SAS, un monto que funciona casi que como un canje, pues alquilar los espacios de la ciudad (sí, no se los prestan, sino que se los alquilan) cuesta casi que eso. Lo que quiere decir que aparte de lo que se recaude por los palcos, que es tan solo un 40% de lo que cuesta en su totalidad hacer la fiesta, a la directora de Carnaval SAS le toca salir a buscar el excedente del 60% con patrocinadores. Y ahí está el verdadero camello.

Que cada año salga adelante esta fiesta depende de un enorme trabajo, y Carla Celia logró hacer diez de estas. Pero no fue solo un resultado positivo por lograr financiarlas y ejecutarlas, sino por transformarlas y hacerlas cada vez más grandes. Deja carrozas que verdaderamente se convirtieron en obras de arte, deja un evento llamado ‘Baila La Calle’ que ayudó a cocrear junto con la Secretaría de Cultura Distrital, deja un Museo del Carnaval que se lo echó al hombro, deja la modalidad de hacer un concierto para que algún día esta fiesta pueda sostenerse sola, deja una fiesta que pone de primero a los hacedores y deja un Carnaval que en su penúltima edición logró que se movieran más de 300 mil millones de pesos para la economía de la ciudad. Literal, hizo diez carnavales para que diez veces consecutivas Barranquilla se fortaleciera. Y eso hay que agradecérselo.

Así que gracias Carla Celia por todo lo que hiciste por el Carnaval. Gracias por más de una década de sacrificio. Gracias por vivir en función de ella para que otros gocen. Porque así es: unos se matan para hacerla para que otros puedan vivir para gozarla.

Ojalá alguien hubiese escrito esto mismo por mi mamá hace exactamente once años.