Cuando el Nuevo Liberalismo recuperó su personería jurídica, quienes seguimos estas cuestiones del acontecer político nacional, creo genuinamente que mayoritariamente nos alegramos por dicha reivindicación histórica. Sin embargo, se observa con preocupación el surgimiento de cada vez más movimientos y colectividades que entran a jugar en el tablero electoral. La situación parece fuera de control. Los políticos persiguen el poder, es su naturaleza; y ante esta ranura legal, ya hay varios actores relevantes aprovechándose de esta coyuntura para afianzar su vocería. Complejo panorama está ocasionando dicha atomización de fuerzas.
Tampoco es cierto que el otro extremo sea lo deseado, el bipartidismo absoluto entonces genera también sus inconvenientes. En España la exclusividad histórica del PP versus PSOE en su momento se explotó -en el sentido estricto de la palabra- precisamente porque los ciudadanos terminan por necesitar más alternativas en un abanico que no puede ser solo de dos colores. En Estados Unidos, por ejemplo, hay un bipartidismo funcional, no necesariamente ideal. En conclusión, ni un exceso ni el otro es lo que parece más convenir a un país.
Ya tenemos en Colombia un pasado en el que caímos en esa trampa. Valdría la pena no cometer el mismo error. A largo plazo no le sirve a los electores ni a quienes quieren hacerse elegir. En la inmediatez podría parecer un mecanismo que le soluciona a unos cuantos poder aspirar o meramente figurar, pero al final, la gobernabilidad se les complica (si es que llegan al espacio), hay gran evidencia nacional e internacional para demostrarlo.
Una democracia sana necesita Partidos sólidos, con sus vicios y virtudes, son una de las instituciones formales que dan orden a la agenda electoral y política. Hay ya más de 30 colectividades con personería jurídica. Si a lo anterior le sumamos los pre candidatos que están en las calles recogiendo firmas (legal y legítimamente) para aspirar a través de un movimiento ciudadano, el escenario se enreda aún más.
El tener microempresas electorales a lo largo y ancho del territorio nacional, nos cuesta a todos. Somos los colombianos quienes pagamos por esto. No faltará quien me diga: “pero es que los Partidos están en crisis, no me representan”. A ese son, terminará por haber tantas colectividades como ciudadanos. Ese tipo de afirmaciones no son lógicas ni racionales.
Se necesita una reforma política que atienda con urgencia este problema, los legisladores necesitan prestarle especial atención al proyecto; o regresaremos a un desorden partidista que ya sabemos que nada bueno trae.