El fantasma de Donald Trump no se ha extinguido, sigue presente en los escenarios electorales de Estados Unidos. Cuando gobernó tuvo un impacto negativo, comprobando que los populismos de derecha, también vivían una especie de nueva ola. Con él como mayor símbolo. Las consecuencias de alguien como el mencionado magnate en el poder fueron pésimas, pero se podría referenciar también algo positivo de su ascenso político. ¿Qué? Fuimos todos testigos de cómo la supuesta democracia más sólida del planeta, podía producir un liderazgo de ese tipo.
Sin importar si gobernaba el partido Demócrata o el Republicano, el mundo estaba acostumbrado a una cierta estabilidad. Indistintamente de si el presidente era Bill Clinton o George W. Bush, los norteamericanos marcaban el rumbo de occidente. Los que se sentaban en el salón Oval de la Casa Blanca se convertían en una especie de guías para los líderes democráticos más reputados, no solo en el continente americano sino también en Europa.
Pero con la llegada de Trump esto varió dramáticamente, en primer lugar él es un personaje que no inspira superioridad moral en los demás dirigentes. Y además rompió con la mayoría de códigos y conductos tradicionales diplomáticos. A ningún presidente de otro país le daba rédito político en encuestas de popularidad aparecer con un hombre así. Lo desafortunado y afortunado a la vez, es que se creyó que Joe Biden recuperaría la contundencia del protagonismo que antes tenían como nación en las discusiones más relevantes, pero la realidad es que no ha podido.
Eso hizo que surgieran o volvieran aparecer voces desde otras latitudes, que se percibían como dormidas en el plano internacional. Fenómenos como el narcotráfico, el cambio climático, la inflación, son los que acaparan los debates en todas las cumbres; al actual Presidente de EE. UU tampoco se le ve marcando el rumbo a soluciones trasnacionales en estas áreas, se observa mucho más a Emmanuel Macron de Francia o a Justin Trudeau de Canadá, por ejemplo. Esto ha derivado incluso, en que los países latinoamericanos que tenían una marcada codependencia con los vecinos del norte, la tengan cada vez menos y busquen nuevos aliados internacionales -para bien y para mal.
Hace poco escuchaba una entrevista a la profesora Catherine de Vries, decana de asuntos internacionales en la Universidad de Bocconi en Italia; y mencionaba precisamente esto como una forma de observar como positivo el paso de Trump por Washington. Voces distintas a la de los poderosos de turno en Estados Unidos se han empezado a escuchar con elocuencia. Occidente no es ya un “todo” homogeneizado y liderado por las posturas que se emiten desde la capital norteamericana. Y eso, además de un curioso favor que nos hizo Trump, también es preciso de analizar.
Profesora Administración Pública Uninorte.