Vivimos en una avalancha de información y comunicación a través de las redes sociales y medios de comunicación que actúan en el proceso social y político. Estos medios (con excepciones) no siempre han desempeñado un papel imparcial en los acontecimientos en el mundo; a veces opinan, ocultan, tergiversan, desvirtúan, o difunden un punto de vista como objetivo, correcto, válido e institucional.
En Colombia, según las últimas encuestas de opinión, los medios de comunicación han venido descendiendo en su favorabilidad; hoy esta es de 33% y se deteriora cada vez más en los sectores populares y medios. Quizás por ello, y gracias al desarrollo tecnológico, las organizaciones sociales, que no necesariamente buscan el poder, se revisten de una dimensión mediática para influenciarlo. Estas, ubicadas en la base de la sociedad, actúan como una democracia de vigilancia. Por ello, más que detestar a los medios de comunicación, tratan de sustituirlos. Se ha desarrollado y ampliado el espacio en el internet, para la labor de cuidado de la democracia y vigilar el poder.
Las redes sociales son nuevos medios de opinión, información y análisis; tienen sus especificidades de acceso, producción, difusión y regulación. Son una forma social y política de actuación de las comunidades para agregar intereses, construir identidades, circular ideas y promover la interacción libre y de encuentros puntuales. Esto ha diversificado las prácticas democráticas directas. Cualquier intento por contenerlas y prohibirlas es inútil y alimentará formas autoritarias del poder que se nutren del miedo que ocasiona la expresión política originada en la sociedad.
Sobre todo, cuando esta expresión es contestaria y corresponde a una acción directa de los ciudadanos, sin la intermediación costosa e innecesaria de actores como partidos, gremios y grupos de presión tradicionales controlados por intereses privados. Las redes sociales pueden ser la expresión más perfeccionada del poder social de vigilancia y denuncia; no obstante, ellas pueden poner en peligro las libertades, el debate y la participación misma. Su utilización termina siendo una forma política de controlar los poderes públicos.
Las redes han cambiado la manera de comunicarnos. La democratización de la información a través de las plataformas online tiene efectos positivos y negativos. Las redes tienen un impacto muy fuerte en nuestras conductas y pueden desatar acontecimientos y fenómenos conocidos como “manipulación de elecciones, enfermedades, extremismo violento, hambruna, racismo y guerra” (Proceedings of the National Academy of Sciences-PNAS) poniendo en riesgo la democracia. Con las redes se facilita la fragmentación de la información, la desinformación y la información errónea vulnerando más a las comunidades frágiles e impactando la conducta individual y colectiva.
Las redes sociales pueden ayudar a legitimar el abuso del poder, vandalismo y la mentira. Pero también pueden ser una fuerza para bien y han “tenido efectos profundos, especialmente para las comunidades marginadas y subrepresentadas, dándoles la capacidad de reunirse en línea” (PNAS) y expresarse (ver el Paro Nacional).