La Región Caribe y Barranquilla en particular enfrentan una enorme responsabilidad el próximo 13 de marzo. Estamos marcados por una inmensa corrupción de nuestra clase política que además acumula votos que demuestran la complacencia con las prácticas perversas de muchos de estos líderes que se han adueñado del poder, con el apoyo de muchos. Las consecuencias de haber dejado crecer esta forma de ejercer el poder se olvidan porque la mirada se queda en las obras físicas que han realizado, en la riqueza de muchos de sus aliados, pero no se analiza lo que realmente importa, la gente. Sí, esa población que hoy alcanza niveles de pobreza comparables con los de la Región Pacífica con muchas más limitaciones que nuestros departamentos.

Frente a esta realidad es necesario recordar que el voto, ese que vamos a depositar el próximo domingo, es poder. Poder para elegir no a los corruptos sino a esas personas que quieren llegar a tomar decisiones en el Congreso y en la Presidencia de la República no para pagar favores, sino para cambiar esa triste realidad que viven amplios sectores de nuestra región y del país. Claro que esas personas están probablemente perdidas entre los politiqueros de siempre, llenos de votos comprados, pero para hacer esa distinción estamos los que queremos que lleguen los mejores.

Se necesita ese ejercicio del poder sin vanidades ni negocios. El que quiera ser rico, perfecto quédese en el sector privado donde sin duda también se hace patria. Pero aquellos que mezclan lo privado con lo público son los que tienen a nuestra sociedad llena de gente que no come, de hijos que no se educan, de vendedores en la calle sin ninguna esperanza distinta a poder sobrevivir día a día. Esa es la realidad que se suma a esta nuestra propia guerra que requiere verdaderos líderes tanto en el Congreso como en la presidencia. Ese tipo de personas, mujeres y hombres, que han tratado de llegar, pero no logran hacerlo porque no compran votos.

Esta es una invitación para que desde ya analicemos muy bien a quien le entregaremos el poder que tienen los votos. Y pensemos en esos millones de compatriotas en las zonas pobres y marginales de nuestras ciudades; en esas poblaciones rurales que viven en el siglo XIX, y no aplacemos más su futuro votando por aquellos responsables del atraso de zonas amplias de nuestros departamentos. Que Barranquilla se vea bien para los que viven donde los ingresos abundan no puede ocultar el resto tanto en la ciudad como en toda la Región. El voto para quienes de verdad tienen vocación de servicio es el poder que los marginados de nuestra Región Caribe necesitan. Ese poder de cambio sí está en nuestras manos, además de ser nuestra responsabilidad quitarnos la mancha que tenemos sobre la corrupción política. No más negocios y política porque se retroalimentan y dejan crecer la pobreza y la marginalidad de nuestros coterráneos. Recuerden, su voto es poder.

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