Carta a Santa, al Niño Dios, a los Reyes Magos o, como sería más correcto en este caso, carta a Pumarejo, nuevo alcalde de Barranquilla. ¿Qué se le puede pedir a alguien que sucede en el puesto al alcalde con más aprobación de toda Colombia? Cuando tu antecesor le ha cambiado el rostro a la ciudad y los cambios son reconocidos y admirados por toda la población del país, ocupar su silla es una tarea compleja. Hagas lo que hagas se te comparará con el anterior y, cuando éste no sólo le ha dado parques, escenarios deportivos, nuevas avenidas, canalizaciones de arroyos y el tan alabado malecón del río a la ciudad, sino que especialmente le ha dado una nueva mentalidad, un nuevo orgullo, un nuevo sentimiento de pertenencia a los barranquilleros, pues... Lo tienes difícil no ya para ser mejor, sino siquiera para estar a la altura.

Sin embargo, sí se puede. Es complicado. Particularmente, si se piensa que las posibilidades económicas de la ciudad, después de años de enormes inversiones, es más que probable que sean escasas. Dudo que quede mucho dinero en caja o, incluso, que quede mucha capacidad de endeudamiento. Tantas magníficas obras tienen la contrapartida de magníficos gastos. Más aun cuando las obras han implicado tanto suelo y tanto cemento. Hay, por otra parte, un área que creo que no ha sido atendida con el nivel de excelencia de otras, que no cuesta mucho dinero abordar y que, por ser tan diferente a las preocupaciones que han atareado al anterior equipo de gobierno, podría dar su propia personalidad e imagen al nuevo alcalde.

Mi carta a Pumarejo tiene una sola petición: bibliotecas. Espacios culturales multiuso. En Barranquilla hay multitud de edificios medio derruídos que podrían ser adquiridos por la ciudad a un precio que no habría de ser muy elevado, cuya restauración no debería ser muy costosa y que sería sencillo llenar con donaciones de libros de, por ejemplo, tantos barranquilleros de alto nivel adquisitivo que en estas fechas tan entrañables van a los barrios más humildes a llevar juguetes y otros regalos a los menos favorecidos. O donaciones de profesores. Yo me ofrezco a donar ejemplares de varios de los libros que tengo publicados sobre populismo. Un tema tan de actualidad. Si cada profesor de esta ciudad donara cinco o diez ejemplares de los libros de su autoría ya tendríamos una buena cantidad y, de paso, una muestra de la producción académica local.

Bibliotecas que tengan pequeñas salas para conciertos, para conferencias, para danza. Y enormes salas de lectura. Que no sea necesario recurrir a entidades privadas o a universidades, sino que la ciudad asuma una intensa promoción de la cultura en sus propios centros distribuidos por toda la urbe. Porque, ¿saben una cosa? Dice mucho de una persona o de una ciudad cuáles son sus prioridades. Y hacer deporte, pasear junto al río y sentarse en el parque es algo importante. Pero leer tampoco es poca cosa.

@alfnardiz