En tiempos donde las noticias sobre las dificultades del sistema de salud parecen abrumarnos y la memoria colectiva tiende a olvidar los logros alcanzados, es necesario celebrar hechos como el que esta semana anunció el equipo médico y científico de la Clínica de la Costa. Aquí, en nuestra querida Barranquilla, se hizo historia en la prestación de servicios de salud: el pasado 5 de abril se realizó el primer trasplante de corazón en la región Caribe, un hito que, con fecha y protagonistas, debe quedar grabado en la memoria de la ciudad para las futuras generaciones.

Desde que el Dr. Christiaan Barnard realizó en Sudáfrica el primer trasplante cardíaco del mundo en 1967, muchos centros médicos en el planeta han desarrollado programas que ofrecen segundas oportunidades de vida a pacientes con enfermedades cardíacas terminales. Sin embargo, el acceso a estos procedimientos sigue dependiendo, en gran medida, del lugar donde uno viva. Mientras en España se realizan más de 300 trasplantes de corazón por año, en Colombia, con una población similar, la cifra no supera los 80 anuales, concentrados hasta ahora en Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga, según datos del Instituto Nacional de Salud (INS).

Realizar un trasplante de corazón exige una infraestructura altamente especializada, un equipo multidisciplinario capacitado y un sistema de aseguramiento eficiente y equitativo. El recurso humano debe involucrar cirujanos cardiovasculares, anestesiólogos, perfusionistas, cardiólogos, intensivistas, inmunólogos, enfermeras especializadas y coordinadores de trasplantes, entre otros. Además, es fundamental contar con una red articulada de consecución de órganos y un sistema de salud que garantice acceso oportuno, cobertura total de los costos, suministro continuo de inmunosupresores y un seguimiento integral de los pacientes. Cuando estos elementos no están alineados, el trasplante se vuelve inviable desde lo técnico, e injusto en términos de acceso equitativo a la salud.

Pero hay un factor que ninguna tecnología o dinero puede reemplazar: la generosidad de los donantes. En Colombia, aún no se ha consolidado una cultura de donación de órganos, posiblemente por la persistencia de mitos y desinformación. Según cifras del INS, para abril de 2025, unas 4.200 personas esperan un trasplante en el país, de las cuales 18 necesitan un corazón. En el departamento del Atlántico, 243 personas siguen en lista de espera, en su mayoría por un riñón.

Una sola persona que decide donar puede beneficiar hasta a 75 personas. Entre los órganos y tejidos que pueden ser donados se encuentran: corazón, riñones, pulmones, hígado, intestino, páncreas, córneas, piel, hueso, médula ósea, válvulas cardíacas, cartílagos y tendones, entre otros.

Recordar el logro médico que motivó esta columna debe convertirse en el impulso para construir una conciencia colectiva sobre la donación de órganos. Porque el trasplante no solo salva vidas: transforma familias, revitaliza comunidades, da sentido al duelo y devuelve la esperanza.

Ser donante debe ser una decisión ciudadana consciente, no un gesto heroico aislado. Incluir este tema en la educación escolar, hablar de ello en los medios y convertirlo en una conversación cotidiana es la mejor forma de ayudar a quienes hoy esperan por un órgano.

El latido de este primer corazón trasplantado en nuestra región sigue resonando. Depende de nosotros que no se convierta en un eco lejano, sino en un llamado a la vida. Porque si fuimos capaces de lograrlo una vez, podemos volver a hacerlo. Y mejor aún: podemos lograr que ya no sea una excepción, sino una nueva norma de humanidad compartida.

@hmbaquero