La guerra comercial escalada por Estados Unidos ante la imposición de aranceles a México, Canadá y China es una señal clara de que el gobierno de Donald Trump ha decidido usar el proteccionismo como herramienta de negociación y presión geopolítica. Aunque Colombia no es un actor central en este conflicto, las consecuencias podrían alcanzarnos más temprano que tarde.
Nuestro país no es un jugador trascendental en esta guerra de aranceles, en gran parte porque no estamos integrados en las grandes cadenas globales de valor. Nuestras exportaciones a EE. UU., que representan casi el 30 % de nuestras ventas externas, se concentran en bienes de bajo valor agregado, como café, flores y banano. Si Washington impusiera un arancel del 25 % sobre estos productos, el golpe sería devastador: perderíamos competitividad frente a países como Brasil o Vietnam, que ya compiten con nosotros en estos mercados.
Por otro lado, responder con medidas similares sería un error. Si Colombia impusiera aranceles a productos estadounidenses, lo único que lograríamos sería encarecer bienes esenciales para nuestra economía, como maquinaria, tecnología y productos agrícolas. En este contexto, la diplomacia y la diversificación comercial son las estrategias más inteligentes.
El proteccionismo de la era Trump no solo amenaza a los países directamente afectados, sino que también puede reconfigurar las relaciones económicas globales. En un mundo donde las cadenas de suministro son interdependientes, los países afectados podrían fortalecer lazos con otras economías para contrarrestar la presión estadounidense. Aquí es donde Colombia debe moverse con cautela, pero con visión de futuro.
En vez de sumarnos a una guerra comercial para la que no estamos preparados, debemos ver esta situación como una oportunidad para impulsar el desarrollo de nuestra industria nacional, pero no sobre la base de subsidios ineficaces, sino por la vía de políticas que refuercen la competitividad y diversificar nuestros mercados, explorando nuevas oportunidades en economías que aún mantienen sus puertas abiertas.
Esta crisis nos deja una enseñanza fundamental: en el comercio global, la mejor estrategia no siempre es responder con confrontación, especialmente cuando los principales perjudicados son los consumidores. En muchos casos, la opción más inteligente es consolidar nuestras fortalezas, ampliar nuestras alternativas y actuar con visión en un entorno cada vez más volátil.
* Directora Ejecutiva Lonja de Propiedad Raíz de Barranquilla