Es doloroso escribir sobre este tema de la corrupción en el país, cuando hemos llegado al término más alto, a la cúspide, en medio de una medición de décadas al respecto.
Es decir que nunca Colombia ha estado por fuera de altos índices de este flagelo sobre todo en el marco oficial pero jamás habíamos llegado a los niveles que estamos ahora comprobando. Y por supuesto el más elemental raciocinio del más bajo y vulgar ladrón de limpia vidrios de automóviles es que “si los ministros roban por que no yo, que no tengo ni para la comida?
El raciocinio no es vulgar ni tampoco justificable, pero lo engendra el mal ejemplo. Entonces estamos atrapados en esa disyuntiva pavorosa de que si las autoridades pueden, yo también puedo y no me quedo atrasado.
No se trata de enjuiciar al gobierno por el simple hecho de una oposición política o una postura de animadversión. No; estamos ante la disyuntiva de una comparación porque si se prometió el cambio desde la llegada del nuevo periodo presidencial ese cambio no se ha visto por ningún lado con excepción de una altísima intensidad hacia el mayor aumento de robos y estafas. De mano de la inseguridad, la verdad es que en Colombia la vida se hizo imposible.
Los límites de la tolerancia son en el ser humano bastante flexibles y soportan extremos pero algún día el hilo se revienta.
Ya las agrupaciones políticas propiamente, los mismos partidos de derecha o izquierda si se quiere pernoctar en esta vieja geografía de desgaste histórico, todas las agrupaciones de índole politiquera, todas absolutamente todas encuadran en la radiografía de una corrupción generalizada.
El presupuesto público es un banquete, nacional o regional y allí llegan a satisfacerse todos los hambrientos comensales que conocemos.
Los límites algún día llegan y el paso a la frontera de lo distinto está cerca en el año 2026. Colombia se la juega, no va a eliminar la corrupción, ni la inseguridad, ni el desempleo, ni la pobreza extrema, pero sí a encontrar los límites y reducir a lo más mínimo tantas calamidades.
Latinoamérica sufre por lo general de todos estos males, no hay país que se exima de ellos, pero en niveles de tolerancia que no llegan a los extremos de los nuestros. Entonces veinte millones de colombianos pensantes que tienen raciocinio para depositar su voto desde ya deben irse preparando para buscar y encontrar el modo, la manera, la forma y las personas que puedan volver a “los mínimos niveles” como lo solicitaba Turbay Ayala con razón hace más de treinta años.
Tenemos que prepararnos de lo contrario nuestros hijos y nietos vivirán el mismo infierno de hoy pero con menos probabilidades de salirse de ello . ¿Por qué? Porque las fuerzas se agotaron, se extinguieron.