El próximo mes de diciembre se cumplen treinta años de la expedición de la Ley 98 de 1993, más conocida como la Ley del Libro, una importante iniciativa de la Administración de César Gaviria y un grupo de congresistas visionarios con el objetivo de darle alas al sector editorial colombiano con incentivos para todos los actores de la cadena del libro en el país.
Los objetivos de esta Ley eran muy claros: democratizar el libro, estimular la producción editorial, fomentar la lectura y convertir a Colombia en un importante centro editorial a nivel internacional, entre otros. Estos propósitos se han cumplido a cabalidad, a pesar de las vicisitudes económicas y sociales que han afectado al país en estas últimas tres décadas.
Veamos algunos de los indicadores más importantes que nos muestran los beneficios de la aplicación de esta ley, no obstante, algunos ajustes en la parte tributaria que se han dado en estas tres décadas. El primer indicador que se debe analizar son los libros nuevos que se publican cada año en el país. Esta estadística la brinda el ISBN, sigla en inglés de International Standard Book Number, algo así como la cédula de ciudadanía que tiene cada libro al publicarse. En 1993, año en que se aprobó la Ley del Libro, se publicaron en Colombia 2.402 nuevos títulos. Hoy, treinta años después, se estima que para 2024 se van a publicar cerca de 22.000 nuevos libros.
El crecimiento de los nuevos títulos publicados en Colombia ha sido superior a 900%, tasa de aumento que pocas actividades productivas pueden presentar en el país. Este crecimiento justifica la existencia y aplicación de esta Ley. Ello demuestra, sin lugar a equívocos, que se estimuló el surgimiento de autores, editoriales, librerías e imprentas. Así como los servicios conexos de corrección, diagramación, ilustración, traducción y fotografía, entre otros.
Antes de la Ley del Libro, el mercado colombiano del libro estaba dominado por las importaciones. En el país se producía aproximadamente una tercera parte del incipiente mercado editorial. Tres décadas después, la `torta’ dio la vuelta. El 70 % del mercado del libro es de producción nacional y el 30% es de origen externo. Otro de los objetivos que se quería alcanzar con la Ley del Libro.
Esta Ley también ha tenido una notoria influencia en la lectura. Hace treinta años los colombianos leían en promedio menos de medio libro al año y para 2023, año en que se hizo el más reciente estudio de Hábitos de Lectura en Colombia, muestra que la lectura promedio es de 3.75 libros al año y entre quienes leen este indicador sube a 6.91 libros anuales, cifras muy satisfactorias para un país donde el fomento al libro y la lectura solo se ha consolidado en las últimas tres décadas.
Por el lado de la estructura empresarial, se estima en más de un centenar el número de editoriales operando en Colombia, muchas de ellas consideradas independientes. En cuanto a las librerías, segmento muy importante de la cadena del libro, también ha tenido un crecimiento notable. El directorio Colombia Lee de la Cámara Colombiana del Libro registra al momento de escribir esta columna 516 librerías ubicadas en 53 municipios, muchos de estos pequeñas y medianas poblaciones diseminadas por todo el territorio nacional.
Y qué decir de la industria gráfica. Durante estos últimos treinta años se han establecido nuevas imprentas y muchas de las que ya existían se han modernizado con equipos humanos calificados y con maquinaria de última tecnología que permiten a los editores colombianos contar con una impresión de gran calidad. Asimismo, Colombia se ha convertido en un importante centro gráfico en la región.
Como beneficios colaterales de la Ley del Libro podemos incluir las ferias y festivales literarios que florecen en todas las regiones de Colombia, gracias al desarrollo del libro y la lectura. Entre estas merece destacarse la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FILBo, uno de los eventos culturales más importantes del país y una de las ferias del libro más reconocidas del mundo en habla hispana.
La Ley del Libro es uno de los instrumentos más importantes con que cuenta Colombia para seguir desarrollando su actividad editorial, la que ha dado frutos por convertirse en política de Estado, porque salvo algunos cambios en los incentivos tributarios, todos los gobiernos en estas tres últimas décadas han mantenido los fundamentos de este importante instrumento de fomento. Si por alguna razón se pretende modificarla, esos cambios, deben ser estudiados muy a fondo, para no echar al traste lo que con tanto esfuerzo se ha logrado construir en estos últimos treinta años.
Toda la cadena del libro en Colombia ha avanzado, pero está todavía lejos de los estándares de países desarrollados, por lo tanto, necesitamos estabilidad en las reglas de juego y dejar que la Ley del Libro siga rindiendo frutos muchas décadas más, porque casi todos los países cuentan con normas de fomento al libro y la lectura por considerarlos instrumentos fundamentales para el desarrollo de la educación y la cultura en cualquier sociedad civilizada.
*Presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana del Libro