Le dicen ‘motorcito’ en Brasil. Y, John Arias, lo es. Desde su habilidad y vocación encaradora cuando es delantero y, también, con su generosa colaboración y sentido grupal cuando juega de mediocampista.
El del Fluminense es más extremo, regatea más y se ve más cerca, y más veces, con la zona de definición. El de la selección Colombia tiene soluciones más simples, es socio de todos, tiene un campo de acción más amplio, y una humildad para asumir tareas defensivas que ayudan a liberar a James de desgastantes recorridos hacia atrás.
En Brasil y en Colombia es un futbolista de una gran importancia, de utilidad indiscutible. Tiene un altísimo número de participaciones, porque juega muchas veces por donde su instinto le autoriza. De sus inicios, en el fútbol colombiano, conserva su amor por la pelota; el de hoy, ha ido eliminando los excesos con ella. Aumentó su frecuencia goleadora (en Fluminense), mejoró su sentido de asociación (en ambos), amplió su radio de acción, su reserva física es enorme y se hizo un futbolista más completo y de una gran influencia en el juego de uno y otra.
Convence tanto su generosidad al técnico de la selección Colombia, Néstor Lorenzo, que una vez en Quito, enfrentando a Ecuador, lo alineó de defensa lateral derecho, un día que también alineó a tres defensores centrales. Esa obediencia a las disposiciones pre partido de su técnico no lo hace sumiso en el partido. Al contrario, cuando su equipo tiene la pelota siempre lo encuentran para no perderla, avanzar o definir.
Y cuando su equipo la pierde, cuentan con su voluntad para ayudar al esfuerzo defensivo. No reclama, no grita, no exige privilegios, solo entrega fútbol y sacrificio. No hay mejor versión de valentía que un futbolista puede aportar en un terreno de juego. Esa que identifica al ‘motorcito’ John Arias.