Después de que el presidente afirmara que el atentado del ELN en Arauca “cierra el proceso de paz con sangre”, la delegación gubernamental emitió un comunicado anunciando la suspensión y una eventual continuidad sujeta a una “manifestación inequívoca” de voluntad de paz.

Acepto el comunicado de la delegación de la cual hago parte, pero me pregunto: ¿cuántas veces el país le ha pedido al ELN manifestaciones de voluntad de paz? En un trino denuncié que “Mientras el ELN publica comunicados expresando que tiene voluntad de paz, ataca de manera miserable a militares y acosa a la población civil”.

Por ello, esa “manifestación inequívoca” no puede ser un comunicado más o apenas la reactivación de la mesa como si nada hubiera pasado, sino una manifestación con compromisos, como la suspensión del secuestro extorsivo y del reclutamiento de menores, sin perjuicio de la acción de las autoridades contra otros delitos.

Si el ELN, con la patraseada en la suspensión del secuestro, los incumplimientos al cese al fuego, el saboteo al Mecanismo de Verificación, la reanudación de atentados a los oleoductos y de ataques a la Fuerza Pública pretende “medirle el aceite” al Gobierno para tantear su resistencia, que el país califica como debilidad, es hora de que ELN entienda que la sociedad no acepta esa lógica extorsiva del terror.

De hecho, Pablo Beltrán repitió hasta la saciedad que el ELN nunca ha firmado acuerdos con gobierno alguno y que, si lo hacen, cumplirían lo firmado; lo que no resultó cierto, pues firmaron 28, incluido el cese al fuego, con muchos incumplimientos que el país conoció por los medios, pero no a través del Mecanismo de Verificación, saboteado por el ELN en su misión de ser garantía para la sociedad.

Hoy, en medio de la crisis me pregunto: ¿Acaso en algún momento el ELN tuvo siquiera un atisbo de voluntad de paz? Siempre pensé que solo vía transformaciones territoriales, de las que tanto se habló en la Mesa, se podía avanzar en ejemplos que mejoraran la vida de regiones afectadas por el abandono y las rentas ilegales, algo que es imposible en medio de las balas.

Tengo muy claro mi papel en la delegación, como una voz que busca interpretar al país que NO es enemigo de la paz, pero cree que las instituciones deben proteger al ciudadano contra toda manifestación criminal que afecte sus derechos. Una voz incómoda, pero a juicio de muchos, necesaria.

En junio, a raíz de los incumplimientos del ELN, escribí una columna titulada “La paz no es un juego”, pues están de por medio la tranquilidad y la vida en los territorios y en el país todo. Hoy insisto. Si las negociaciones continúan, el ELN deberá entender que la paz no es un juego…, es cosa seria.

@jflafaurie