Las elecciones son muy entretenidas. Los candidatos proponen cosas: yo construiré cien mil viviendas, yo pondré placas solares hasta en las nalgas de mi abuela, yo bajaré los impuestos, yo construiré infraestructuras, yo haré trabajar la tierra y las lechugas crecerán que dará gusto verlas, yo, yo, yo, ¿les he dicho que bajaré los impuestos? Vengan, tengo de todo, me lo quitan de las manos. ¿Dónde está la bolita? Busquen, no hay trampa, la bolita va y viene bajo los cubiletes, es fácil encontrarla, cualquiera puede ganar.

Se escucha a algún que otro candidato proponer una constituyente. Es hora de reconstituir Colombia, baby. Agárrate fuerte porque esta noche vamos a reconstituirnos. La pregunta que le surge al inocente observador externo es: ¿de verdad necesita Colombia una Constituyente? De ello debatí hace una semana con mi buen amigo Rubén, profesor español que defiende la necesidad de hacer una asamblea constituyente que refunde el país.

Los argumentos de los pro-constituyente son conocidos: el país es un desastre, la corrupción generalizada, las élites políticas se sirven del Estado para su beneficio particular… ¿No somos una democracia? Pues dejemos hablar al pueblo y firmemos un nuevo contrato social. En la línea de la Declaración de Derechos Francesa de 1793, hay que darle la voz al pueblo en cada generación. Gran parte de los colombianos actuales no eran adultos o siquiera habían nacido en 1991, así pues ya es hora de volver a elaborar un pacto social. Pacto que, por definición, ha de ser progresista y ayudar a que el país mejore pues, como diría Rousseau, nadie es tan tonto como para no saber lo que le conviene y, por ello, las constituyentes siempre redundan en una mejora del país.

Yo quiero y admiro a Rubén. Sin embargo, defiendo un punto de vista diferente tanto al suyo como al del candidato presidencial que defiende la necesidad de una constituyente. Mis motivos son dos: no es posible asegurar que el resultado vaya a ser mejor que lo que hay ahora y es mejor cambiar poco a poco que bruscamente.

Me explico: Colombia hizo una constituyente en 1991, Venezuela en 1999. ¿Han mejorado por igual en estos años ambos países? No parece. La creencia de que una constituyente mejora necesariamente un país no parece probada. Hay casos que apuntan en la dirección contraria. Y, si se acepta que sí en Colombia, ¿por qué hay que deshacerse de la Constitución que lo ha logrado? La pregunta de fondo es si es mejor transformar un país poco a poco o de golpe. Como Popper, veo más prudente lo primero. Colombia necesita multitud de cambios pero no es necesario dinamitarlo todo y abrir en canal la vida política nacional para hacerlo, pues mediante reformas constitucionales o legales se pueden hacer muchos cambios. No hay que olvidar, además, que lo que hace que un país triunfe o fracase no es solamente su pacto constituyente. Hay otros factores: económicos, sociales, éticos… Frente a los riesgos de una constituyente, en la que nadie nos garantiza quién impondría sus ideas, no puedo más que abogar por continuar el progreso lento pero tangible en el que Colombia lleva ya encauzada varias décadas. Es frustrante esperar, pero peor es precipitarse.

@alfnadiz