Fares Carabalí es el número 70 de setenta que ya lleva la cuenta. Era gerente de una cooperativa de mineros en Buenos Aires, Cauca. Unos días antes mataron a Plinio Pulgarín de San José de Uré, en el departamento de Córdoba. Plinio era el presidente de la Junta de Acción comunal de la vereda San Pedrito. El número 68 de la lista fue Víctor Manuel Morato de Yondó, Antioquia. Marío Dumar Rojas fue el número 67, de Curumal, Meta, presidente de la junta de acción comunal.

Para Navidad asesinaron a Guillermo Javier Artuz, en el municipio de Tierra Alta, en Córdoba. Era el presidente de una cooperativa de productores de cacao y miel. Pablo Oviedo fue el número 65. El número 64 otra vez fue en Cauca, le tocó el turno a Alfonso Pérez. El 63 fue en Pivijay, Magdalena. José Rafael De la Hoz, era de la mesa de participación de víctimas. Hernán Bedoya fue el número 62, a bala le arrancaron la vida cuando iba camino a su casa. Era líder reclamante de tierras.

El turno 61 le tocó a Luis Alfonso Giraldo, de Puerto Asís, Putumayo. En Nariño, Edison Ortiz fue el número 60. Era representante del consejo comunitario Manos Amigas. La lista fue pasando uno a uno. Matando uno a uno. ‘Suavecito’. Que no se sienta. El turno 57 tocó en Tumaco. El 56 en el Chocó. El 53 en el Putumayo. El turno 51 tocó en Cartagena, al presidente de la junta de acción comunal del sector 3 de junio del barrio Nelson Mandela.

El turno 50 le tocó a una mujer, a María Efigenia, en el Cauca. La asesinaron en medio de los enfrentamientos entre el Esmad y los indígenas de la comunidad Coconuco. El turno 49 le tocó a un exgobernador indígena en el Chocó. El número 45 también fue en ese departamento. El 44, el 43 y el 40 otra vez en el Cauca. El número 36 fue Bernardo Cuero en Malambo. Llevaba varios años sorteando amenazas.

Uno se va acostumbrando tanto que resulta el relato plano. Un asesinato sorprende, pero cuando van tantos el asunto es solo ajustar un marcador.

Cómo hacer un listado para la memoria y lograr que sea leído. Estos guarismos de muerte reciben menos atención que los resultados de las jornadas deportivas del domingo. Cómo mantener la atención sobre una narración a la que ya estamos acostumbrados. “Hechos aislados”, les llaman. “Líos de falda”, justifican las autoridades para negar la estrategia criminal operada por una feroz maquinaria de muerte y terror.

En este país seguimos contando, contando, contando muertos, aterra porque el numero es infinito. El descaro para ir sumando cuerpos al costal se refugia en la mirada negligente de los gobernantes. Para ver esta dramática situación en sus justas proporciones, tendríamos que agregar al análisis el número de muertos –casi indeterminado, casi imposible de contar– por las llamadas “limpiezas sociales” en los barrios, que de limpieza no tienen nada y que más bien son la muestra de la sucia sociedad.

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