No. Eso es un hecho. ¿Dejará heridas todo lo que está pasando? Sí. Y eso también es un hecho. Escuchen, escuchen. Préstenme atención. Enseguida les cuento lo que está pasando allá en la lejana Europa. Es una historia que comienza hace cuarenta años cuando un viejo dictador hace lo mejor que los viejos dictadores pueden hacer: morirse.
De inmediato un joven rey, algunos pocos políticos inteligentes, otros muchos oportunistas y cuarenta millones de españoles con mucho miedo pero aún más esperanza se ponen manos a la obra y, en tiempo récord y con gran éxito de crítica y público, construyen una democracia la mar de maja que, entre otras cosas, organiza el país en 17 autonomías con sus propias leyes regionales, sus propios gobiernos y parlamentos, sus lenguas y culturas enseñadas en las escuelas y, sí, siempre pasa, sus habituales corruptelas allá donde mires.
A eso lo llaman Estado de las Autonomías y, por explicarlo de algún modo, se podría decir que es como un Estado Federal al que le da vergüenza reconocer que lo que lo diferencia de ser tal es funcionar demasiado mal. Tan mal que pasan cuarenta inviernos más y una región llamada Cataluña tiene dos millones de ciudadanos que quieren dinamitarlo todo y, cuales Polifemos que se creen Ulises, irse en busca de la Ítaca soñada dándose la casualidad que, merced al sistema electoral y a la magia de las matemáticas, tienen mayoría absoluta en un parlamento regional que representa a un censo de más de cinco millones de personas. Madrid nos roba, dicen. Suelen decirlo lo más ricos. Así que se ponen a ello. Zapa, zapa, zapa hasta que Cataluña sea independiente.
Pero en Madrid dicen que no. El Gobierno, el Parlamento, el Tribunal Constitucional y hasta el rey recién estrenado. Estáis fuera de la Constitución, amigos. Eso de votar está muy bien pero a ser posible dentro de la ley, compañeros. Y los independentistas responden que, si saben ustedes contar, que no cuenten con nosotros. Que si se han leído a Laclau. Que el populismo 2.0 es una maravilla. Que adiós, muy buenas. Si alguien llama, que deje un mensaje en el buzón de voz de la Historia.
Se monta un carajal. El Gobierno de España comunica. ¿Arde París? Rajoy no sabe, no contesta. Los jueces mandan a la policía, a palos, que trata de detener un amago de referendo. Parece que el desastre es inminente. ¿Lo será? No se hagan ilusiones. Esto es Europa y nosotros habitantes del siglo XXI. El Estado de Derecho no es opcional y la democracia, tarde y mal, pero, aunque no se lo crean, siempre acaba ganando. Bobbio decía que no sabía qué pasaría en el futuro.
A mí, que me manca la finezza del maestro italiano, me parece que más de un político catalán acabará en los tribunales, más de un demagogo llamará a las barricadas y las barricadas se volverán viento tan pronto como llegue la factura del gas, cambiaremos de caras, nos robarán otros, se desharán las hojas del calendario. Y así de victoria en victoria hasta la derrota final. ¿O qué se esperaban? ¿Qué ganarían los buenos?
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