Desde el legendario terremoto de 1985, que casi destruye la Ciudad de México, este país no había sufrido un sismo tan devastador como el del pasado martes. En ese entonces se contaron al menos 30.000 muertos, sin incluir a los desaparecidos, y la capital de México nunca volvió a ser igual. Desde entonces, se hace un simulacro todos los 19 de septiembre, y este año, la gente salió a simulacro sin saber que en unos minutos la ciudad se vería de nuevo devastada.
Sin embargo, 32 años de simulacro, la implementación de medidas de sismorresistencia en los edificios, y el recuerdo de la tragedia, cambiaron a la ciudad. Hoy la cuenta de muertos no ha alcanzado a los 300, y si bien una sola muerte ya es una tragedia, la nueva cifra nos habla de unos avances palpables, de una ciudad con capacidad real para la prevención de desastres. El trabajo que se ha hecho durante estos 32 años salvó esta vez miles de vidas.
Y quizás lo más conmovedor del reciente terremoto es la solidaridad de los y las mexicanas. Desde el minuto uno fue evidente como todos y todas estaban dispuestos a ayudar. Las tiendas de la esquina y las taquerías donaron comida para quienes ayudaban a recoger los escombros, la cantidad de agua que llegó embotellada a los acopios casi alcanza a saturarlas, los vecinos se organizaron para hacer desayunos, para compartir la red de internet, la electricidad, los conocimientos, y ponerlos a disposición de quienes estaban más necesitados. Hasta se organizaron albergues para las mascotas sobrevivientes y perdidas. El mundo contempló, a través, primero, de las redes sociales, qué es lo que hace fuerte al pueblo mexicano: una irrestricta solidaridad en la tragedia.
Algo que es importante resaltar es que los héroes y heroínas de esta historia fueron los ciudadanos. Cuando miembros del gobierno intentaron aprovechar la tragedia para ganar popularidad, la gente defendió sus espacios y los sacó a gritos. Cuando medios de comunicación, masivos y corruptos, intentaron hacer un circo de la tragedia, los periodistas independientes se prestaron para verificar datos, para ayudar a que la información que se compartiera en redes fuera útil y confiable. Abogados, arquitectos, psicólogos, veterinarios, todos salieron a las calles a ayudar compartiendo sus conocimientos con la comunidad. Esto fortalecido la solidaridad del país, pues se evidenció que lo más importante en casos de tragedia es la empatía y la disposición de la gente para ayudar.
Ver el terremoto de lejos significó para mí una gran impotencia, pero escribo esta columna camino al aeropuerto, para volver a estar con mis amigos y familia en México, mi patria adoptiva, que hoy me llena de orgullo y de esperanza.
@Catalinapordios