El turismo de espacios naturales se entiende como una categoría que comprende todas las formas de actividades turísticas que involucran el uso o apreciación de recursos naturales accesibles, en estados silvestres y en ambientes más o menos rústicos. Este tipo de turismo ha recibido creciente atención en el país por su potencial para financiar las áreas protegidas al tiempo que podría contribuir al logro de los objetivos ecológicos y sociales de la conservación que se desarrolla en estos espacios.

Acá la palabra clave es “podría”, pues hay suficiente evidencia académica y documental indicando que este turismo en diversas ocasiones se ha constituido en causa de degradación ambiental y disrupción de las condiciones y tejidos sociales de comunidades.

En Colombia, por ejemplo, la zona de Playa Blanca en el Parque Nacional Natural Islas del Rosario recibe visitas que superan, y hasta duplican, la capacidad de carga del área. En el páramo de Sumapaz la situación es similar, al punto que habitantes de la región han tomado vías de hecho para limitar la llegada de turistas.

Es claro que el turismo de naturaleza es una posibilidad, no una certeza. Ahora, mientras unas áreas protegidas enfrentan presiones por la alta afluencia de personas (por ejemplo el Parque Tayrona recibe cerca del 40% del total de visitas a algún parque natural del país), otras quisieran atraer más personas. Para estas últimas el reto es identificar las actividades recreativas con mayor potencial de demanda y que además sean compatibles con el manejo ambiental del parque.

Una investigación reciente que realizamos encontramos que para el Vía Parque Isla de Salamanca los deportes náuticos de bajo impacto (kayak) son atractivos para la población joven, mientras que el avistamiento de aves es más interesante para individuos de más edad y una mayor inclinación hacia la apreciación estética del entorno. El mensaje es claro, contar con atractivos naturales no es suficiente para ser visitado.

Lo importante son las actividades a partir de las cuales se deriva la experiencia de contacto con la naturaleza. Pero, como se indicó arriba, el afán de atraer turistas no debe comprometer la consecución de los objetivos de conservación, pues esta es la esencia y mandato de un área protegida. Hacerlo bien no es fácil, pero es posible. En todo caso, el turismo debe ser visto como un medio para la conservación, pero no el fin mismo de las áreas protegidas.

*Profesor del IEEC, Uninorte. Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la posición de la Universidad ni de EL HERALDO.