Cómo me gustaría tener una iglesia pobre para los pobres”, señaló el papa Francisco después de haber sido elegido como suprema autoridad de la Iglesia Católica. Remarcaba que una de sus grandes preocupaciones es enfatizar, en el mundo católico, la prioridad en los fieles de contribuir a la reducción de la pobreza que padecen millones de personas en el mundo, a pesar de que jamás la humanidad había acumulado tanta riqueza.
Las encíclicas y los mensajes del Papa eran órdenes para los católicos del mundo, que orientaban el significado de sus vidas a través de la palabra de la máxima autoridad de la Iglesia. Pero el mundo ha cambiado: hoy las encíclicas que nuestros gobernantes —que dicen ser católicos—, siguen con fidelidad religiosa son las que se dictan desde estos nuevos ‘Vaticanos’, como son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, cuyo único dogma es el crecimiento económico que ha traído la mayor desigualdad que recuerde la historia entre los seres humanos.
Para el papa Francisco mitigar la pobreza mundial no es convertir a la Iglesia en un movimiento político, ni tampoco en una ONG; y aunque no niega que existe una dimensión política y de justicia en lo que atañe a la reducción de la pobreza material, él hace énfasis en el amor al prójimo que todo católico debe sentir, especialmente hacia los más necesitados.
En estos días que el Papa nos visita, recordemos que en Colombia, según datos con corte 2016, hay 13,3 millones de pobres.
En el país se consideran pobres las personas cuyo ingreso mensual no supera los $246.673, y una familia pobre es aquella cuyo ingreso mensual es de $966.692. De acuerdo al número de personas que viven bajo la línea de pobreza, algunos estiman que es equivalente a repletar 283 estadios metropolitanos de Barranquilla.
Aunque, según las estadísticas durante el gobierno del presidente Santos, 5 millones de personas han salido de la pobreza, todavía hay 4 millones de colombianos que viven en pobreza extrema, cuyos ingresos no alcanzan ni siquiera para su alimentación básica.
El papa Francisco en sus mensajes nos invita a tener un corazón humilde, que acepte su condición de criatura limitada y pecadora. Que supere la tentación materialista que orienta nuestra existencia hacia la incesante búsqueda de la riqueza y el lujo, como única condición en la conquista de la felicidad.
Sin eximir la responsabilidad del Estado en la generación de políticas públicas que contribuyan a que la sociedad colombiana elimine el flagelo de la pobreza que afecta a millones de personas en el país, el papa Francisco nos hace un aporte efectivo al cambio de la historia. Es necesario que escuchemos el lamento de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su indigna situación de existencia. Como señala el Papa: “Dios creó el cielo y la tierra para todos”, son los hombres y mujeres quienes han levantado muros para excluir a otros y someterlos a una condición indigna de vida.
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