Hace poco, en el último número de la revista National Geographic, tuve la oportunidad de leer un artículo sobre la productividad de la industria agropecuaria de los Países Bajos. El interesante documento registra los enormes avances que ese sector de la economía ha logrado en aquel país durante los últimos veinte años, fruto de un compromiso nacional por “producir el doble utilizando la mitad de los recursos”, un lema retador. El propósito parece haberse logrado. Hoy los Países Bajos tienen una de las tasas de eficiencia agrícola más altas del mundo y se han convertido en uno de los mayores exportadores de comida del planeta. Todo esto es un logro notable, que se convierte en una hazaña si se tiene en cuenta que estamos hablando de un país con apenas 34.000 km² de superficie, más o menos del tamaño de nuestro departamento de Nariño. Un factor clave fue transversal en todo ese proceso: la participación activa de la Universidad de Wageningen como centro de investigación especializada.

Los neerlandeses fueron constantes en su empeño, por encima de los vaivenes políticos, y establecieron una ruta de trabajo que se viene cumpliendo con rigor. Entender que los proyectos fundamentales de una nación superan por mucho los mezquinos alcances de los periodos de gobierno es una de las lecciones más importantes que nos puede dejar este caso. Por ahora en nuestro país estamos lejos de comprender tales lógicas, siempre tan acostumbrados a ponerle color a los logros que al fin y al cabo son de todos. El cortoplacismo puede explicar muchas de nuestras carencias.

Sin embargo, es quizá más importante valorar el papel de la academia como pieza fundamental de todo el engranaje que ha permitido esos resultados tan sorprendentes. Por ejemplo, gracias a las investigaciones de la universidad que he mencionado, los Países Bajos logran los mayores rendimientos a nivel mundial en la producción de tomates, pimentones y pepinos. La innovación tecnológica les ha permitido, además, usar solo 1,1 galones de agua por libra de tomate (en China el gasto asciende a 34 galones). Superando un clima relativamente hostil para tal cosecha, han logrado un paraíso cerca al Ártico. Por casos como este, la Universidad de Wageningen es reconocida como líder mundial en investigaciones agropecuarias, punteando en todos los rankings especializados.

Mientras algunos países han comprendido los enormes réditos que brinda la investigación formal y pertinente, aquí en Colombia hemos decidido poner la marcha de reversa. Con el escandaloso recorte al presupuesto de Colciencias estamos alejándonos del tren del desarrollo, sin indicios de querer alcanzarlo. Poco podrán hacer nuestros investigadores con tan mínimo apoyo y escaso reconocimiento. Es triste que frente a tantos y tan graves problemas que tenemos por resolver, se debilite de esa manera la voz de la academia, y más grave aún es que no sabemos qué tipo de actores llenarán ese vacío. Recordemos que la ignorancia nunca ha sido buena consejera.

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