María Fernanda Cabal, la congresista del Centro Democrático, no había terminado de recibir cuestionamientos por sus declaraciones en redes sociales sobre 'los niños', con las que criticaba la decisión de la Corte Constitucional de tumbar la norma que prohíbe el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas en espacios públicos, cuando la discusión tuvo un repentino cambio de frente. El senador Gustavo Petro le respondió que 'el azúcar es la droga más peligrosa de la historia' y abrió un nuevo debate. Uno aparentemente distinto, pero estrechamente conectado con 'los niños'.
'¿Sabían ustedes que el azúcar es una droga mucho más dañina que la marihuana o la cocaína?', escribió Petro a través de su cuenta de Twitter. Y, en vista de que la afirmación descolocaba a muchos internautas a través de redes sociales, añadió: 'es la droga más peligrosa de la historia, y dedicamos nuestras mejores tierras a su cultivo, y los hombres más ricos del país viven de ella y tienen cadenas de televisión y compran el Congreso'. Como soporte, el senador adjuntó un texto con las advertencias de Paul van der Velpen, jefe del servicio de salud de Ámsterdam, quien instaba a regular en consumo de azúcar el Holanda, donde la venta de cannabis es legal.
Las reacciones no se hicieron esperar y los medios de comunicación del país se sumaron, con las explicaciones y aportes de los expertos, al debate.
¿Qué tan peligroso es el consumo de azúcar?, ¿en qué punto su efecto adictivo es comparable con el de las sustancias psicoactivas?, ¿tiene algún sentido este símil?
Alejandro Gaviria, el exministro de Salud y hoy rector de la Universidad de los Andes, lo resolvió de esta forma: 'La regulación del azúcar requiere advertencias sanitarias, impuestos y algunos controles adicionales; la de la cocaína es un asunto diferente, mucho más complejo, todavía inédito, que requerirá en cualquier escenario fuertes restricciones'.
La discusión resulta compleja en la medida que trae acotación otras discusiones. Por un lado, el efecto adictivo del azúcar está reconocido científicamente y, de hecho, las vías por las que se hace efectiva esta adición resultan similares a las de las sustancias psicoactivas. Por otro, al tratarse de dos problemas diferentes, 'mezclar ambos debates no tiene sentido', considera Gaviria.
¿Es como una droga?
¿Le ha pasado que siente un deseo casi incontrolable por consumir dulces o alguna bebida azucarada?, ¿le genera satisfacción cumplir con ese antojo? De acuerdo con el presidente de la Federación Diabetológica Colombiana, el endocrinólogo Joaquín Armenta, el azúcar tiene un poder adictivo que 'se genera por la satisfacción que da su consumo al liberar serotonina, una de las hormonas de la felicidad'.
En varios estudios se explica, además, que en algunos cerebros el consumo de alimentos o bebidas azucaradas estimula la liberación de endorfinas eufóricas y dopamina de manera similar a las drogas de abuso. Lo hace, incluso, usando vías parecidas.
'Las vías neurobiológicas de la droga y la adicción al azúcar involucran receptores neuronales, neurotransmisores y regiones hedónicas similares en el cerebro', señala un estudio de la Universidad Estatal de California, Fullerton, publicado en 2010 por el Journal of Psychoactive Drugs .
En otra investigación de la Universidad de Guelp, en 2011, se estudió el comportamiento de ratas sometidas al consumo de cocaína y de galletas Oreo, y se concluyó que este último producto activa el núcleo accumbens, mecanismo de placer del cerebro, tanto o más que la cocaína.
Un sabor nada dulce
Nadie puede negar la relación del consumo excesivo de azúcar con las enfermedades que esto puede conllevar. La lista de los daños causados puede hacerse muy larga: obesidad, diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, siendo las bebidas endulzadas con azúcar las que tienen mayor evidencia de tener efectos nocivos para la salud (azúcares agregados).
'Una ingesta excesiva de azúcar se asocia con una mala calidad de dieta, obesidad y riesgo de contraer enfermedades no transmisibles', precisa el médico nutriólogo clínico Isaac Kuzmar, investigador senior de Colciencias y docente investigador de la Universidad Simón Bolívar.
Por eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda desde 2015 que los azúcares libres no excedan el 10% del consumo diario total de energía tanto en adultos como en los menores de edad. Además, recomienda una mayor reducción de la ingesta de azúcares libres por debajo del 5% de la ingesta total de energía.
Dentro de estos azúcares libres se incluyen los añadidos por fabricantes, cocineros o consumidores, y aquellos presentes en la miel, los jarabes y los jugos de frutas, pero no los azúcares de las frutas enteras.
En Colombia, de acuerdo con los datos recolectados entre 2008 y 2010 por la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin), los azúcares añadidos están por encima del porcentaje sugerido, al constituir el 11,6 % del consumo diario total de energía en niños.
'Estamos muy preocupados y queremos proteger a los niños de la industria de los productos ultraprocesados que usan a nuestros hijos como público consumidor. Por eso defendemos y pedimos que estos alimentos y bebidas tengan un etiquetado frontal y también que paguen impuestos', señaló Angélica María Claro, psicóloga especialista en Psicología Médica y directora de incidencia de Red PaPaz.
Esto último es, incluso, una de las sugerencias de la OMS. Según un informe publicado en 2016 por este organismo, 'si los gobiernos gravan productos como las bebidas azucaradas pueden evitar el sufrimiento de muchas personas y salvar vidas. Además, se reduciría el gasto sanitario y aumentarían los ingresos fiscales, que se podrían invertir en los servicios de salud', tal como lo explica Douglas Bettcher, Director del Departamento de Prevención de Enfermedades No Transmisibles de la OMS.
La Organización Mundial de la Salud recomienda
-La OMS recomienda una ingesta reducida de azúcares libres a lo largo de toda la vida.
-Tanto en adultos como en niños, la OMS recomienda reducir la ingesta de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta total de energía.
-La OMS recomienda una mayor reducción de la ingesta de azúcares libres por debajo del 5% de la ingesta total de energía.