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El diario EL HERALDO da cuenta del asesinato de una niña de 2 años por dos hombres que dispararon contra el padre cuando este cargaba a la menor en la terraza de su vivienda en un barrio de la ciudad de Cartagena.

Este hecho que ha causado conmoción y rechazo en la ciudad, en el mismo escenario con iguales circunstancias se viene repitiendo con una recurrencia, que dado el estado de intolerancia a que permanente estamos sometidos, estas muertes violentas “por asesinato” en niños mientras están en el regazo de sus padres víctimas de ataques sicariales, se han convertido en un fenómeno frecuente en nuestro medio, que pareciera que formaran parte de un suceso cotidiano.

A través del tiempo, para estos hechos se había mantenido algún respeto y consideración para con los niños, pero esa tradición de respeto y consideración se ha perdido, si tenemos en cuenta el balance de lo ocurrido en lo que va de este año, pues es muy notable el número de los niños abusados sexualmente, maltratados y últimamente asesinados, como acaba de suceder el día 31 de mayo en la lactantica quien fue objeto de muerte violenta a manos de la delincuencia común en los brazos de su padre.

Aunque la motivación de estos crímenes según la hipótesis de la Policía Metropolitana de Cartagena puede ser atribuido a un ajuste de cuentas, la muerte de la lactantica ha impactado más cuando sucede en esta forma, por ser una criatura inocente e indefensa, cuyo crimen fue cometido a sangre fría, lo que nos debe hacer reflexionar y meditar por la forma como se presentó, con extrema violencia, despiadadamente criminal, un episodio de crueldad sin nombre, cometido por unos desalmados.

Han sido incontables las voces en Cartagena que piden justicia y condena para esos asesinos de profesión. Ya en el pasado la senadora Gilma Giménez, la única parlamentaria que hizo de la defensa de los derechos de los niños el norte de su vida política, logró reunir firmas para exigir un referendo sobre la cadena perpetua, murió de cáncer sin lograr su objetivo.

Aunque la obligación es del estado, pero la responsabilidad de reclamar es de la sociedad en su conjunto, debemos buscar las formas para prevenir y proteger a los niños “contra estos actos de violencia”, no minimizar este delito atroz, tenemos que hacer manifestaciones y además denunciarlos para solucionarlos.

Las instituciones públicas, educativas, culturales, sociales, las Asociaciones en especial la de Pediatría, debemos promover actividades que resalten el rechazo, el repudio de estos hechos criminales, para lograr en parte, sensibilizar a los desalmados sobre el Derecho a la vida de un inocente niño, de respetarle la vida que Dios le dio.

Agustín Guerrero Salcedo