Es innegable que se vive actualmente bajo un ambiente atribulado que invade y horroriza nuestra mente y colma de angustia nuestro diario vivir.
Nos estamos volcando hacia un mundo que avanza de tragedia en tragedia, tan nefastas como las guerras y con un virus que nos sorprende con una noticia tras otra de desolación, tristeza y muerte.
Hay muchos que se desilusionan y lloran porque no encuentran salida a sus problemas y que llegan a afectar no solo la tranquilidad en sus vidas, sino la vida misma.
Por eso, es importante la paz que debe reinar en nuestro interior, estar mental o espiritualmente en total armonía y lo suficientemente fuerte frente a la ansiedad o el desequilibrio emocional.
La importancia de cultivar la paz mental, considerada como un estado de conciencia que se ata a la serenidad y a un sentimiento de paz en nuestro corazón, por lo cual debe ser ejercitada mediante diversas formas de entrenamiento como la meditación y la oración que nos lleva a una percepción subjetiva de bienestar y nos libera de preocupaciones, miedo, estrés y sufrimientos.
Cultivar la paz mental es tratar de alcanzar una sensación de calma en la que los pensamientos y las emociones negativas y perturbadoras no nos dominen al no darles una importancia excesiva y asumiendo una distancia psicológica para que no se afecten tampoco nuestras relaciones con nuestro entorno.
Sabemos que los sentimientos también forman parte de la raíz de esa paz interior que ha de trascender a la paz exterior, pero esa atmósfera de paz debe crearse primero en nosotros mismos para después expandirse gradualmente hacia el medio que nos rodea, y sobre todo en los tiempos que nos inquietan.
Todos tenemos la tendencia a comparar, sacar conclusiones y luego criticar. Sin embargo, una expresión de rigidez mental nos puede sumir en un estado de insatisfacción permanente que nos aleja de esa serenidad que pretendemos alcanzar.
Cuando empezamos a ser más tolerantes y flexibles y darle un sentido de gratitud a nuestras vidas, estaremos logrando un nuevo equilibrio interior.
La gratitud es una de las llaves que abre la puerta a la empatía y a la felicidad.
Por eso, si queremos una paz mental, debemos despojarnos del egoísmo y reencontrar el placer que implica el acto de dar, de ayudar o hacer una buena acción, lo cual ha de ser lo suficientemente gratificante de por sí, para sentirnos bien con nosotros mismos y, lo más importante, agradecidos por las bondades de nuestro creador.
Roque Filomena Angulo