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En ningún caso pretendo desechar o disminuir los riesgos a los que estamos enfrentados por la covid-19, grave y desesperante epidemia. Es mi propósito recordar que también enfrentamos la grave amenaza que, en contados años y por efectos del calentamiento global (el Cambio Climático), vendrán desastrosas consecuencias para la flora y la fauna de nuestro planeta y para los seres humanos; lo cual constituye una especie de “epidemia de la naturaleza”.

Las causas de este calentamiento global están relacionados con la liberación, en las actividades humanas, de los llamados “gases de efecto invernadero”, entre los cuales se encuentra (en mayor proporción) el dióxido de carbono( (CO2), gas generado por todos los motores movidos por combustibles fósiles Entre los impactos del Cambio Climático se destaca el derretimiento de hielo en los polos Norte y Sur, que a su vez generan el aumento del nivel de los mares, lo que produce inundaciones: algunas islas están en riesgo de desaparecer.

Este Cambio Climático también aumenta la aparición de fenómenos meteorológicos más violentos, sequías, el desbordamiento de los ríos y lagos, la acidificación de los océanos, la desaparición de especies animales y vegetales y la disminución de medios de subsistencia en países en desarrollo. Nos toca, entonces, pensar en la descarbonización, secuestrando el CO2 producido por el uso de combustibles a base de carbón.

Estos comentarios anteriores han sido motivados por el artículo “El alto riesgo de la descarbonización radical en Colombia”, escrito en Portafolio del pasado 13 de abril por Juan Benavides, de Fedesarrollo, y que hace énfasis en el compromiso del gobierno de Colombia en reducir el 51% de las emisiones de CO2 para el año 2030, pero advierte que cumplir los compromisos internacionales de descarbonización comprometería el crecimiento de la economía colombiana y que alguien financie y subsidie los sobrecostos de la adopción universal de vehículos eléctricos. Por eso, reducir o acabar con la generación del CO2, el gas de efecto invernadero mayoritario, se presenta como algo muy difícil para los científicos de la química.

Existen muchos institutos del mundo que estudian la posibilidad de secuestrarlo químicamente, pero sus resultados no se han conseguido todavía. Podría principiarse, mientras tanto, con algunas acciones en las ciudades grandes: En Barranquilla, por ejemplo, he sabido que se va a invertir en energía solar, para generar un alto porcentaje del consumo en cada una de las más de 300 edificaciones del Distrito.

La ciudad también podría lanzar un proyecto de sustituir el parque automotriz, incluyendo un acuerdo con Transmetro y y otros trasportadores, para hacer la transición a vehículos eléctricos. Con estas actividades el Distrito promueve que el sector privado, otros municipios y la Gobernación lancen planes similares de generación y movilización terrestre de energías renovables. El resultado es que se podría hacer posible la descarbonización, mientras esperamos que la ciencia y tecnologías mundiales nos transfieran un modelo más avanzado y más económico.

Rafael L. de Fex A.

Ing. Químico, Especialista de Análisis y Gestión Ambiental.