Antes de apasionarme por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia.
José Eustasio Rivera (colombiano)
El domingo 24 de noviembre de 2024, el periodista del diario EL HERALDO, de Barranquilla, Jonathan Díaz Cárdenas, escribió un artículo, titulado: “La Vorágine”: 100 años de un clásico que sigue vigente. En él, cuenta lo que piensan los docentes investigadores de literatura: Adalberto Bolaño, Alejandro Espinosa, Carlos Páramo y Carolina Jiménez. Ellos manifiestan su opinión sobre esta obra colombiana a la que se le ha dado poco o ningún valor.
Tal vez, al cumplir los cien años de su publicación y al relacionarse con la realidad colombiana contemporánea, le han echado un pequeño vistazo. Algunos de los entrevistados dan una opinión ligera del contenido de la obra, porque, en mi concepto, la obra no muestra una forma literaria exquisita.
Tal vez, su estructura está escrita de acuerdo con su título: un torbellino de acciones que, quizás, desanima al lector a seguir adelante. Sin embargo, hoy en día, cobra una gran importancia porque, a raíz de la deforestación y el cambio climático, se ha vuelto la mirada a la selva, como pulmón de la humanidad.
No estoy de acuerdo con el profesor Bolaño en que la selva ha tenido una mirada romántica y armónica. Para el hombre la selva siempre ha sido un misterio inexpugnable que siempre se ha autodefendido. Tampoco creo que se pueda establecer un parangón entre lo que se buscaba en la selva de La Vorágine y la del Darién. Esta última es un lugar de paso para personas que buscan un objetivo distinto, con similitudes de horror.
En lo que sí hay un común denominador es en el deseo que hay, hoy en día, en que los avances de la ciencia y la tecnología han creado maquinaria llamada “amarilla” para convertir a la selva en hatos ganaderos, minería ilegal y tala de árboles que acabarían con la humanidad muy pronto.
Tal vez Rivera escribió La Vorágine, para mostrar la lucha de la naturaleza contra el hombre, pero él quizás nunca imaginó que se llegara a la situación política, social, económica y humana que vivimos hoy.
Ojalá que leyéramos más detenidamente La Vorágine y tratemos de encontrar lo que nos quiso comunicar Rivera realmente.
José María Cotes Riccioli