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Tengo un mico narizón para que lo sepas tú 
También el mico es ojón y es bastante pelú
Es morisquetero, mico ojón pelú
Y también hace piruetas, mico ojón pelú…

Son las 12 del mediodía del sábado de Carnaval. Los tambores empiezan a retumbar y la Vía 40 se convierte –para Elvis Peña y sus amigos– en una auténtica jungla de cemento. 

Con sus disparatados movimientos, acompañados de aullidos casi que imperceptibles, el joven de 23 años se encarga de liderar a la manada de ‘Micos y Micas’ por el Cumbiódromo, en la primera presentación de esta danza en la Batalla de Flores tras 10 años de ausencia.

Un sencillo enterizo de color marrón –que las mujeres acompañan con faldas de colores–, una máscara hecha en papel maché y una ensortijada cola se convierte –para sus integrantes– en la indumentaria perfecta para evitar la desaparición de esta danza tradicional.

'Estar presentes en este desfile es algo indescriptible, nosotros somos embajadores de un tesoro vivo de nuestras fiestas', asegura Peña segundos antes de empezar a saltar entre lianas imaginarias.

Junto a él, otros 39 jóvenes provenientes de El Ferry y otros varios barrios del suroriente de la ciudad se dedican a hacerle bromas al público con el objetivo de arrancarles una carcajada.

Para ellos, hacer parte de esta 'bandada' se convierte en una especie de escape ante la estigmatización como territorio lleno de violencia y otras problemáticas sociales.

'Nosotros nos divertimos cuando salimos a los desfiles. A través del folclor también demostramos que en nuestros barrios suceden y hacemos cosas positivas', dice Camilo López, quien ingresó a este grupo hace tres años.