En síntesis, este gobierno rechaza de plano el fortalecimiento del capital humano y la movilidad social, ambos impulsados principalmente por la educación, y mantiene una noción absolutamente distorsionada de la clase media, a la cual castiga de manera permanente con este tipo de decisiones.
Tal vez el dilema no esté en celebrar o no celebrar, sino en cómo hacerlo, pues la Navidad no debería ser un paréntesis moral. Diciembre llega siempre con una exigencia tácita: celebrar, sonreír, brindar y desear paz. A eso podríamos sumarle un espacio familiar para reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el país, para enviar un mensaje de solidaridad a quienes pasan estas fechas en circunstancias difíciles.
Venezuela merece ser libre. Los millones de venezolanos que hoy están en la diáspora merecen volver a su país, y quienes viven bajo este régimen merecen una vida libre, con derechos, sin opresión y con oportunidades.
Colombia necesita más que una coalición para evitar la dispersión del voto: necesita una coalición por algo. Una narrativa que devuelva el entusiasmo, que recupere la confianza, que ordene prioridades y que vuelva a poner al ciudadano en el centro de la conversación pública.
Tal vez la clave para transformar a Colombia esté en buscar activamente conversaciones más profundas, menos mecánicas y con personas que nos recuerden que el país va mucho más allá de nuestro círculo cercano —cualquiera que este sea—.
Cualquier aproximación en el marco de una política exterior de género debe proyectar su alcance sobre todas las áreas de la acción exterior: migración, comercio, seguridad y defensa, medio ambiente, cultura y, por supuesto, paz.
Todo esto puede agravarse aún más con las elecciones de marzo, donde muy probablemente se presentarán hostigamientos contra la población civil, restricciones de movilidad, amenazas y desplazamientos forzados, porque en la disputa por el control territorial la influencia en lo político es determinante y los actores armados saben que controlar la vida electoral es una forma de incidir en lo público.
Además de estas tendencias, la conversación sobre la economía está girando hacia el costo de vida como una verdadera variable electoral. Desde los inicios de los 2000 ha crecido sustancialmente la clase media colombiana, que ha sufrido directamente todas las malas decisiones del gobierno actual.
Las ciudades del Caribe colombiano tienen un reto compartido: diseñar modelos de desarrollo capaces de reducir sustancialmente sus alarmantes niveles de pobreza, que superan en la mayoría de los casos el promedio nacional.
Frente a este nuevo escenario, el gran dilema para la sociedad colombiana -como para las demás democracias contemporáneas- es distinguir entre los ‘likes’, la empatía digital que generan estos personajes, y la formación o experiencia necesarias para ocupar cargos públicos de representación popular que conllevan enormes responsabilidades y son determinantes para el futuro del país.