Tal vez esto se deba a que quienes lideran las naciones están muy lejos de la experiencia vivida por Roosevelt y Churchill, o porque, aun conociendo el nivel de devastación humana que estos hechos pueden provocar —y que ya están provocando—, prefieren un pragmatismo basado en el uso de la fuerza y el poder en lugar de la justicia y la paz.
Colombia nunca había vivido en medio de tanta incertidumbre generada por el mismo gobierno, tal nivel de descoordinación y de burla. Finalmente, lo que se ha perdido, además del terreno que se había abonado para la paz, la seguridad y el desarrollo económico, es la seriedad –al menos al nivel del gobierno nacional– con la que se abordan los problemas graves del país, que son muchos.
Frente a esta crisis, Petro es responsable porque debía haber manejado la situación por los canales diplomáticos, como lo hizo Brasil, para exigir el respeto y la garantía de los derechos humanos de los colombianos deportados.
Colombia enfrenta ahora el reto de recuperar el control sobre su frontera, fortalecer una política de seguridad debilitada por la pérdida de capacidad de las Fuerzas Armadas, proteger a los miles de víctimas que está dejando esta crisis y, finalmente, definir cuál será la relación futura con la dictadura vecina. Superar esta situación será un desafío mayúsculo, y esta crisis marcará tanto los resultados electorales de 2026 como el futuro político del país.
Esta realidad, que se muestra ampliamente en el álbum de Bad Bunny –uno de los más escuchados en este momento alrededor del mundo–, también la están enfrentando ciudades que resultan atractivas para personas que tienen ingresos en moneda extranjera, que pueden trabajar desde cualquier parte del mundo.
Tanto los venezolanos como los colombianos que habitan estas regiones fronterizas están a merced de las decisiones arbitrarias del régimen de Maduro, lo que constituye otra razón de peso para respaldar la transición hacia la democracia. Solo así será posible construir un Estado donde las relaciones fronterizas se basen en una cooperación verdadera y abierta.
Finalmente, las reformas pendientes dependerán, por un lado, de los congresistas que, dependiendo del tipo de votación que representan, podrían acercarse al petrismo o, por el contrario, mantener una postura crítica para reflejar el control político que exige la ciudadanía.
Nadie discute la importancia de que el salario mínimo se ajuste anualmente de acuerdo con el desempeño económico del país. Lo que resulta preocupante es que estas decisiones se tomen de manera unilateral por el gobierno, ignorando las implicaciones que tienen para la economía.
Las democracias plenas, caracterizadas por libertades y ausencia de riesgos de regímenes autoritarios, están en peligro a nivel global, al igual que los consensos internacionales sobre el respeto y la garantía de los derechos humanos como parte esencial de las democracias modernas.
Más allá de los movimientos feministas, es fundamental que todo el país rechace de manera contundente la visión misógina y regresiva que el gobierno está adoptando en relación con los temas de género.