En este contexto, quiero destacar la iniciativa Mujeres por la Democracia, una organización colombiana que busca ampliar la participación femenina en la política, generando espacios para líderes nuevas y consolidadas, y ampliando el espectro de la conversación política para las colombianas.
Aunque a la fecha se desconoce cuál es el verdadero plan de Estados Unidos —si es que existe—, el gobierno de Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, férreo opositor del régimen, perderían toda credibilidad si llevaran a cabo este gran despliegue naval sin lograr, al menos, negociar la transición hacia la democracia en Venezuela.
La seguridad de Colombia está en cuidados intensivos, y el llamado a fortalecerla debe ser unánime. Si en adelante el país quiere explorar nuevos procesos de paz, deberá hacerlo sin resquebrajar el orden público ni dejar al país a merced de los violentos.
Estos acontecimientos, además de afectar profundamente a las familias, generan dolor, rabia o desesperanza colectiva que, si no se abordan de manera más abierta, seguirán alimentando la lista de resentimientos no procesados que carga el país.
La situación en Gaza es la prueba de que ni la más atroz crueldad logra movilizar de forma unánime a la sociedad internacional para detener la violación masiva y sistemática de derechos humanos en un territorio donde la esperanza de una humanidad mínimamente justa se desvanece por completo.
Sea cual sea el fallo en segunda instancia, ojalá el país representado en sus líderes tenga la templanza para asumir tanto una sentencia que confirme la de primera instancia como una que la revoque, sin generar más conflicto social y polarización política.
Escenarios como la Conferencia de CAF, en el marco de su iniciativa Iberoamérica 500+, y el Hay Festival de Santa Marta fueron esenciales para reunir diferentes voces en torno a la historia de la ciudad y su agenda de desarrollo.
Este tipo de liderazgo se nutre de la fragmentación social, fomenta divisiones profundas, utiliza las redes sociales para agudizar la polarización y carece de coherencia o lógica en sus anuncios, decisiones y discursos.
Aunque la Casa Blanca intentó posteriormente embarajar la situación, era evidente que Trump no solo ignoraba el idioma de su homólogo, sino también el origen de Liberia y la estrecha relación que ese país mantiene con Estados Unidos. A este desafortunado episodio de la diplomacia estadounidense podríamos denominarlo la diplomacia del desconocimiento.
Lo más grave es que, antes del 15 de septiembre, el presidente Donald J. Trump deberá presentar ante el Congreso de EE. UU. el memorando de certificación sobre drogas. Para muchos, es casi inminente que Colombia será descertificada, como ocurrió durante el gobierno de Ernesto Samper. Si esto llegara a suceder, las consecuencias para el país serían —sin exagerar— absolutamente desastrosas.