El próximo presidente asumirá un país fiscalmente agotado, sin espacio para errores ni promesas vacías. Con una deuda en ascenso, ingresos debilitados y un gasto inamovible, las decisiones que deberá tomar serán drásticas: una reforma tributaria de gran calado, recorte del aparato estatal, y ajustes que afectarán subsidios y programas populares.
¿Y la deuda? Claro que existe, pero está lejos de ser un problema. Endeudarse para transformar la ciudad no es una señal de crisis, sino de visión.
Las parlamentarias de 2026 no solo medirán la fuerza del petrismo: pondrán a prueba si los colombianos respaldan la continuidad del giro político iniciado en 2022 o si buscan un contrapeso que limite su alcance.
En 2011, Petro viajó a Barranquilla para conocer un modelo exitoso de salud. Ni como alcalde ni como presidente logró replicarlo. Hoy, tras desmontar lo que sí funcionaba, dejó el sistema nacional al borde del colapso.