Que le aparezca la luz
Si imaginan a Petro estableciendo claramente que su misión es gobernar para bien de todos, no importa la ideología, sólo cumpliendo a rajatabla lo que signifique el bienestar de la gente, otro gallo nos cantaría.
Si imaginan a Petro estableciendo claramente que su misión es gobernar para bien de todos, no importa la ideología, sólo cumpliendo a rajatabla lo que signifique el bienestar de la gente, otro gallo nos cantaría.
No le queda sino tratar de evitar un papelón electoral conformando unas listas en las que sus mismos candidatos no le paran bolas, es el propio pellejo de ellos el que está en juego, ya saben que tienen que participar en la rebatiña porque petrismo propiamente dicho, aquél que arrastraba votos, ya no hay.
Claro que la rebatiña no es sólo del petrismo: aquí también hay pugnas bravas, como la de la Cabal con la viuda Tarazona que, dadas las circunstancias de cada una, no se les puede creer a ninguna de las dos pues Uribe no dice ni pío.
Lo que se haya degenerado hay que regenerarlo, esta vez también en manos de un hombre Caribe, Efraín Cepeda, quien durante su presidencia del Senado bloqueó todas las estupideces que se le ocurrieron a Petro, desde una ilusa constituyente, derrotándolo en todo, así como también lo derrotará en la elección final.
Ojalá los senadores “zarandetes” hayan entendido la importancia de esta decisión, pues le habrían entregado a Petro el manejo de todas las arbitrariedades que crucen por su desviada mente y, pese al poco tiempo que le queda y a su evidente ineficacia, es mucho el daño que podría hacer.
Juan B. Fernández era un ser que hacía sentir cercano a todo su entorno, y también se hacía querer por todos los que en alguna forma le trataron, que su don de gentes y su despreocupada simpatía hacían olvidar todos sus pergaminos y charreteras alcanzadas, que fueron muchas a lo largo de su vida, otorgándole la debida importancia a su interlocutor, cualquiera que fuera su condición.
Se trata de Efraín Cepeda Sarabia, quien durante su presidencia del senado demostró gran firmeza de carácter enfrentándose a los desvaríos de Petro y bloqueándole todos sus propósitos destructivos, además con gran elegancia y la finura de un hombre avezado en las lides de la pugnacidad política.
Miguel Uribe Turbay era un joven líder muy aguerrido, defensor de la patria, frentero contra los desvalores y contra el petrismo. Su carisma lograba que fuera muy apreciado por todos. Lástima que los odios hayan impedido que Álvaro Uribe pudiera acompañarlo en su último viaje, y expresar personalmente su pesar a María Claudia Tarazona.
Hoy hay que independizarse de la narrativa petrista. Hoy hay que hacer presencia en el Parque Washington para apoyar la protesta contra los desmanes del petrismo, y condenar los abusos contra el expresidente Uribe, víctima de un atentado judicial.
Si lo que pretendían era afectar políticamente a Uribe y al uribismo, lograron todo lo contrario. Volveremos a las épocas aquellas cuando se decía “el ungido será el que diga Uribe”, y así resultaba: ganaba el que dijera Uribe. Es que definitivamente el tipo más importante del país es Uribe, así lo condenen y hasta lo encanen.