La mitomanía puede tener repercusiones en la vida personal de cualquier individuo, pero cuando el mitómano es el jefe de un Estado que alberga a cincuenta millones de personas, el daño colateral que se genera es inconmensurable.
La infiltración del narcotráfico se ha extendido a todas las instituciones del Estado, abarcando las ramas del poder público: legislativa, ejecutiva y judicial.
Un jefe de Estado representa la voluntad del pueblo, del poder soberano que lo eligió en las urnas y no solo es el líder natural, es la imagen del país, de una nación. Como colombiano, no me siento representado por el señor presidente ni por sus actos y mucho menos con la forma en que viene manejando su cargo.
La salvación de nuestro país no radica en la imposición de nuevos impuestos; la verdadera solución está en combatir la corrupción y en enfrentar a los corruptos.
Las posturas del presidente Petro no reflejan la voz del pueblo colombiano; se enmarcan más en su esfera personal que en un compromiso con la realidad nacional.
Para mejorar la educación hay que aumentar el hábito de la lectura. Mientras no nos eduquemos, seremos idiotas útiles al servicio de la corrupción y estaremos sometidos en la pobreza, a la desgracia y a la violencia.
Este espacio actúa como un puente entre el mundo humano y el universo, donde se comparte conocimiento y se toman decisiones vitales, siendo quizás la más significativa el contacto con lo espiritual y la naturaleza.
La novela transporta a los lectores a un mundo donde la magia y la realidad se entrelazan en medio de la violencia que azota las regiones remotas de Colombia, específicamente en las montañas de la serranía de San Lucas.
El fin de los billetes se aproxima a gran velocidad: sistemas de pago digital, criptomonedas y billeteras digitales están desplazando los billetes y monedas que durante años nos acompañaron.
Los hombres de Dios no se dedican a la política, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, ¡los falsos pastores si lo hacen!