Los jurados de mesa, por omisión, error o dolo, son autores de muchas irregularidades en el proceso de elecciones y escrutinio de mesa, falencias que deben ser investigadas por los órganos de control y corregidas por la Comisiones Escrutadoras integradas por jueces de la república.
Para que el “cambio” prometido en campaña no siga siendo una mentira, se necesita el liderazgo de un estadista y de congresistas probos elegidos en 2026, quienes se comprometan con un trabajo político que propenda por: la reconciliación nacional; disminución de la pobreza; garantizar el imperio e igualdad ante la ley; devolver la seguridad para todos.
Considero que el estadista, su familia, socios políticos, empresas y amigos, deben estar revestidos de autoridad moral. El estadista debe tener una vida pública y privada blindada desde lo ético para así convertirse en un referente social prístino.
Es momento de la independencia de pensamiento crítico, autónomo y libre, para elegir correctamente el próximo presidente de los colombianos.
El panorama de Colombia seguirá sombrío, anclado, violento y herido, si no somos capaces de “despetrizar” y “desuribizar” el debate político, su narrativa de división, odio, intolerancia y exclusión.
Ese día tenemos la obligación de librar una batalla democrática en las urnas para liberarnos, tanto de la derecha como de la izquierda, únicos responsables de la debacle nacional.
Es a través del ejercicio de un voto libre, informado, sin odio ni miedo, la única forma posible para no ser objetos de una nueva estafa.
El concepto de supremacía normativa de la Carta Política es definitorio del Estado Social y constitucional de Derecho.
La iniciativa de convocar una asamblea nacional constituyente carece de consenso nacional. El Ejecutivo no ha tenido la capacidad de ponerse de acuerdo con los estamentos sociales, políticos y económicos, no tiene capacidad de convocatoria mucho menos de unión.
La construcción de Colombia como un Estado viable requiere un gobierno que no sea ni de derecha ni de izquierda. Para ello, se necesita el liderazgo de un estadista elegido en 2026, quien se comprometa con fortalecer la división de poderes, proteger las libertades, derechos, garantías y disminuir las desigualdades sociales.