Elegir bien un estadista y no fallar en el intento es imperativo para los colombianos en 2026. Aunque no se avizora un estadista en la palestra actual, no debemos volver a elegir el menos malo, como tampoco movidos por el miedo y las pasiones.
Se trata de un presidente que se creía grande, pero resultó tan pequeño porque no fue capaz de interpretar el momento político histórico que lo catapultó al poder y no supo superar gobernar como era obvio de esperarse con una clase política tradicional en contra.
Se necesita un estadista que a través de políticas públicas efectivas logre el desarrollo económico sostenible de la Nación, considerado como único medio de disminuir las desigualdades de los colombianos.
No más presidentes histéricos y fabuladores sean de derecha o izquierda, definitivamente el país se merece algo mejor, reclama un presidente equilibrado en sus emociones, autocontrolado y adornado con espíritu de verdad en 2026 que propenda por la reconciliación de la Nación.
Contribuye determinantemente para tal autodestrucción, el hecho grave que, con corte a julio de la presente anualidad, tras dos años de gobierno del presidente Petro, haya tenido el imperdonable error, por no decir carencia de conocimiento gubernamental, de nombrar 37 ministros y 54 viceministros.
Lo grave de la problemática de las “malas compañías” de los presidentes de los últimos gobiernos en Colombia es que nadie imaginó que la propuesta de “cambio total” del presidente Petro tempranamente -incluso desde la campaña- se rodeó de “malas compañías”.
La política se ha convertido en la tragedia nacional que arrasa con los sueños de un pueblo que insiste en creer que es posible un “cambio” a través del voto como catalizador de la democracia.
Como sociedad no hemos podido construir el cambio necesario para consolidar una sociedad más justa, culta y equitativa. La política se ha convertido en la tragedia nacional que arrasa con los sueños de un pueblo que insiste en creer que es posible un “cambio” a través del voto como catalizador de la democracia.
Cada vez más no cala el discurso de que los buenos son los de la derecha y los malos son los de izquierda. Nada más fuera de la realidad, tantos unos como otros han saqueado sin misericordia las arcas públicas de un pueblo que muere arreciado por múltiples necesidades básicas insatisfechas.
A partir del 1 de enero de 2025, los ciudadanos colombianos en su condición de pueblo soberano podrán revocar el mandato a sus alcaldes corruptos o por su deficiente gestión que causa malestar generalizado.