Colombia no puede gobernarse a punta de eslóganes, como la idea de bajar todos los impuestos al 10 %. Estamos viviendo la peor crisis fiscal en décadas y al próximo gobierno le corresponderá resolverla, no agravarla. Como lo sabe cualquier persona con un mínimo de experiencia en estos temas, semejante pérdida de ingresos fiscales nos pondrá en una situación económica peor que la que heredó Milei en Argentina, producto de un déficit fiscal desbordado.
Sin seguridad y sin economía, a Petro le queda el ataque como herramienta. Notificado de que Trump va en serio, ha optado por la retórica y las indirectas cuidándose de no cruzar el umbral de la provocación.
Otra muestra de la desconexión entre la narrativa que quiere vender el Gobierno y lo que realmente ocurre en el territorio es hablar, por ejemplo, de una “transformación del departamento del Cauca, gracias a la presencia de la Fuerza Pública y la intervención del Estado”.
Nunca se sabe cuándo nos dejan de prestar. Lo que sí se sabe es el dolor que causa: altas tasas de interés, dólar por las nubes, pérdida de confianza y, en últimas, menos poder adquisitivo para la gente. El país no tiene opción. Hay que bajar el déficit fiscal.
A medida que se abren más y más mesas de negociación, la estrategia de ceses del fuego intermitentes ha generado la proliferación de áreas del territorio con baja presencia de la Fuerza Pública.
Colombia está hoy llena de iniciativas que acabarán teniendo resultados desastrosos. Presentadas como grandes soluciones para temas como la desigualdad y el cambio climático, obtienen amplio apoyo político, pero en realidad harán todo lo contrario.
Con Trump a bordo, la cosa será a otro precio. Además de pedir cuentas por la ayuda militar, y amenazar con su recorte, Washington seguramente ventilará de nuevo un término tan en desuso como antipático: la ‘descertificación’.
Hay que reformar el sistema de transferencias a las regiones. Eso nadie lo discute. Sin embargo, hacerlo como lo plantea este proyecto –montado en la campaña para 2026– no es más que una reforma a machetazos.
Ante semejante panorama, los inversionistas y bancos que asesoran la operación decidieron no seguir con la transacción. El mensaje de los mercados fue claro: el nivel de riesgo de Ecopetrol va en aumento y, si quiere obtener financiamiento, tendrá que pagar más.
Nos estamos quedando sin gas. Al declive de los campos en producción se suma que los nuevos hallazgos costa afuera tienen la exploración paralizada por causa de decisiones judiciales relacionadas con la consulta previa de comunidades que reclaman derechos, lo cual de entrada es debatible.