Productividad o decadencia: decisión para Colombia
La consecuencia es un país, que cada año retrocede en sofisticación productiva. Dada la nueva realidad demográfica, nuestra única y última oportunidad es aumentar la productividad.

La consecuencia es un país, que cada año retrocede en sofisticación productiva. Dada la nueva realidad demográfica, nuestra única y última oportunidad es aumentar la productividad.
Vuelve y eleva el costo de capital a las empresas con el impuesto al carbono, más carga socio-empresa, afectación a algunos sectores productivos con tasas de tributación de más del 50%, y castiga a los ciudadanos con impuesto a los combustibles (por ende, más costos de transporte y bienes en la economía) e IVA a las cuotas de administración, entre otras.
Colombia no puede resignarse a que la ilegalidad sea la norma. La seguridad no es de derecha, centro o izquierda: es la base del progreso, la inversión, la democracia y una paz duradera.
Ya estamos viendo una deuda en máximos históricos y la inversión pública se ha recortado, comprometiendo proyectos esenciales y restando capacidad de desarrollo. A la vez, sectores críticos como la salud y la seguridad se deterioran, afectados por recortes, decisiones ideológicas y mala política pública.
Colombia no se merece seguir atrapada en este círculo de violencia. El país que nos merecemos es uno decente, en paz, próspero, donde la vida y la dignidad sean sagradas.
Al final, cumplirle a la juventud con educación y ayudarles en su proyecto de vida, es mucho más que un indicador mal escogido, mal medido o erróneo. El futuro de nuestra educación superior se merece más que esto, y de ello poco se habla o hace.
La realidad económica desmiente la narrativa del presidente. El déficit fiscal se dispara, la deuda se encarece en más de un 40%, la regla fiscal fue “violada”, la inversión privada cae, y la economía no despega.
Un sector privado dinámico no es enemigo del pueblo, sino aliado contra la pobreza. Fortalecer las empresas se traduce en trabajo digno e innovación. Eso sí, siempre con la conciencia que ninguna compañía prospera en una sociedad débil.
La reforma laboral es retardataria en su concepto de contrato de aprendizaje.
La clave está en cerrar la brecha tecnológica, atraer inversión en conocimiento, formar rápidamente más talento humano (programas de ciclo corto en tecnologías digitales y bilingüismo), proponer incentivos fiscales y modernizar regulaciones.