Colombia sería el mejor socio de inversión productiva de Venezuela y podría exportar bienes para la reconstrucción y colaborar en proyectos energéticos conjuntos, incluyendo el acceso al gas sin sanciones de USA. Sería al menos 1 punto adicional en PIB para Colombia.
La coherencia no se negocia: si defendemos los derechos humanos, deben valer para todos, no solo para los antojos políticos del momento. Yo ya me mamé de la incoherencia de un gobierno o maestros que animan marchas simbólicas selectivas, de discursos que aprovechan el dolor ajeno para dividirnos.
El gobierno Petro hoy brilla más por discursos y trinos incendiarios que por obras y resultados.
Y para rebatir el discurso populista, el encarecimiento del capital afecta a emprendedores que no consiguen financiación, mipymes que enfrentan crédito más caro, exportadores que pierden competitividad y trabajadores que perderán su empleo.
La descertificación nos equipara con países fracasados en la lucha antidrogas, lo cual evidencia el vergonzoso fracaso de la estrategia Petro.
Necesitamos una sociedad donde impere la libertad de expresión, y donde el disenso se resuelva con palabras y razones, no con balas ni con insultos. Solo así honraremos a quienes fueron silenciados.
Muchos analistas ya prevén un déficit superior al -7,5% del PIB y un nivel de deuda que superará el 63% del PIB este año, siendo el mayor en la historia del país. Y ni hablar del 2026, lo del presupuesto no pinta bien.
No para dividirnos más, sino para tejer comunidad. No necesitamos un mesías ni una constituyente. Necesitamos ciudadanos que se pongan la camiseta con dignidad, coraje y esperanza. Porque la patria se salva con hechos, no con discursos. Tampoco se trata de buscar un salvador, sino un ciudadanía despierta, no es una figura, sino una multitud con un propósito común.
El país no solo está dividido, sino que ha visto afectada su institucionalidad. Se enfrentan a los jueces, se desacredita a los organismos de control, se presiona al Congreso cuando no aprueba, se insinúa que la democracia es un obstáculo. La victimización es constante: no me dejaron, no me entendieron, me atacan.
El país no puede seguir indiferente ante esta realidad. No hay reforma más importante que la que hace real el futuro a quienes están hoy atrapados en la desesperanza. Porque si no les damos oportunidades, lo único que quedará es frustración y resentimiento.