Por eso hago una invitación a la Cámara para que en el último debate de la reforma pensional, evite aprobar una iniciativa para que terminará golpeando a los jóvenes. Ellos pagarán en el futuro 54 billones de pesos anuales adicionales, vía nuevas reformas tributarias, si no se corrige la edad de pensión, el ingreso base de liquidación o los aportes.
Colombia necesita otro tipo de liderazgos. No gritones, no vengativos. Líderes empáticos, reposados, que entiendan que el poder es para servir, no para aplastar. Que inspiren, no que confronten. Que construyan, no que destruyan.
Colombia no puede seguir el camino de la esclavitud moderna que nos ha dejado el ‘cambio’. Esa que estrangula al empresario, desincentiva la inversión, vulnera las instituciones, estigmatiza la prensa y promueve odio y resentimiento.
La retórica del “bla, bla, bla” del Gobierno, cargada de odio y resentimiento, dispara la incertidumbre, alejando la confianza.
La apuesta por la movilización constante ha vaciado de contenido la acción de gobierno. Las grandes reformas se empantanaron, las coaliciones políticas se disolvieron, y los problemas reales se enfrentan más con discursos que soluciones.
Las soluciones arrancan desde lo regulatorio con incentivos fiscales a empresas que emitan en ese nuevo mercado de capitales ampliado y también a los inversionistas. Reducir los costos de emisión y los requisitos a nuevas emisiones de pequeños y medianos empresarios de manera audaz.
Confianza significa recuperar la seguridad en ciudades y zonas rurales así como el control del territorio que no puede quedar en manos del hampa y del narcotráfico. confianza significa un estado más pequeño, que sea financiable y no envié señales de desconfianza a inversionistas y calificadoras de riesgo.
Para que Ecopetrol recupere su robustez de iguana y no siga empequeñeciéndose como lagartija, se requieren medidas inmediatas. En particular: fortalecer la gobernanza con una Junta Directiva independiente y meritocrática
Hoy, cuando el país enfrenta nuevas tensiones políticas, desconfianza institucional, creciente violencia en los territorios y un preocupante desencanto social, el mensaje de Francisco adquiere nueva urgencia. Nos mostró que la unidad no exige unanimismo, sino voluntad de convivir en la diferencia, a lograr unidad en la diversidad. Que la paz no se decreta solamente sino se vive.
Semana Santa no debe ser solo un paréntesis religioso. Es una invitación a mirar al otro con compasión y a reconocer que no hay redención sin entrega, ni resurrección sin cruz. Que la experiencia de esta Semana Santa nos inspire a ser luz, arquitectos de paz y constructores de un país reconciliado y lleno de esperanza.