Con esta decisión, el Festival reafirma su papel como un eje cultural que no solo celebra el arte cinematográfico, sino que también lanza un mensaje potente en tiempos de incertidumbre y fragmentación. El cine puede y debe seguir siendo un arte que une, que abraza y que ofrece un refugio luminoso frente a la oscuridad.
Han pasado 14 años desde que De Niro presidió el jurado en 2011, y su legado ha quedado grabado en la memoria de los cinéfilos por su estilo versátil que lo ha convertido en leyenda viva del séptimo arte.
Con esta distinción, Binoche reafirma su legado en la historia del cine y su papel fundamental en la industria cinematográfica internacional.
A medida que avanza la historia, el trasplante pierde protagonismo, dando paso a la exploración de dos vidas opuestas. Mientras un hermano tuvo acceso a una educación de élite, el otro creció tocando en bandas locales sin las mismas oportunidades para desarrollar su talento
El Segundo Acto es una película extraña que se desarrolla como una comedia del absurdo, capaz de arrancar risas a la audiencia, siempre y cuando no se espere un desenlace convencional. Los temas que aborda son provocadores, invitando a reflexionar sobre lo políticamente correcto, la homofobia, la discapacidad, la inteligencia artificial, la cultura de la cancelación y el narcisismo en la industria.
La película explora una serie de temas complejos, tales como el arte, la religión y la política, todos abordados en el contexto de la Italia que Sorrentino suele retratar: una nación atrapada entre contradicciones, con una geografía única y unos líderes corruptos.
La historia comienza con escenas de la infancia de Williams, un niño desadaptado en la escuela que encuentra consuelo en la música. Junto a su padre, Peter (Steve Pemberton), canta canciones de Frank Sinatra, siendo “My Way” la que parece definir la filosofía de ambos.
Con un enfoque minimalista, el director Gints Zilbalodis lleva al espectador a un viaje emocional profundo, donde la pureza de la animación y el diseño de los escenarios comunican más que cualquier palabra.
No es la primera vez que el cine y la literatura exploran este fascinante tema, en especial por las contradicciones inherentes entre lo que se predica y lo que realmente sucede: mientras se aboga por la igualdad de los seres humanos ante los ojos del creador, la institución se ve envuelta en riquezas, jerarquías y rigurosos códigos de conducta que, en muchos casos, ni sus propios miembros logran cumplir.
El drama social adquiere un carácter más personal cuando Imam pierde una pistola que le ha sido entregada para su protección, descuido que podría costarle tres años de prisión y la pérdida de confianza del régimen.