Como van las cosas, verificar que la otra persona detrás de una pantalla o teléfono es de carne y hueso será prácticamente imposible. Y se necesitará una forma de diferenciarnos. Pero entregarle esa autoridad a un magnate de la tecnología no es precisamente lo que me da más confianza. Ya esa película me la vi y no terminó bien para los humanos.
El taxista, sin proponérselo, resumió mi frustración política de la semana. Y con su relato me recordó que el termómetro político no está en las emisoras, sino en la esquina del semáforo, en una tienda, en una mesa de dominó, en un parque, en una barbería, y hasta dentro de un taxi que va con noticias y salsa a todo timbal.
La tragedia no está río abajo. La tragedia empieza en casa. La única manera de reducir esta mortandad ambiental es tan simple como separar desde la fuente: bolsa blanca para lo reciclable, bolsa verde para lo orgánico y bolsa negra para lo no aprovechable.
Por eso vale la pena recordar a Sócrates. Su método no era un capricho filosófico: era un acto de responsabilidad. Hoy necesitamos que cada palabra que digamos —o escribamos en redes— pase por ese triple examen: verdad, bondad y utilidad.
Muchas empresas con utilidades millonarias —y con procesos que contaminan sin piedad— destinan un presupuesto para comprar bonos y así vestirse de “responsables ambientales” sin tocar lo esencial: reducir al máximo sus emisiones reales y quedarse solo con las inevitables.
El plan es claro, valiente y pertinente. El reto ahora es que las decanaturas y el cuerpo docente lo terminen de integrar. Que se repiensen las clases, las dinámicas participativas y los formatos de evaluación. Esto requiere conciencia, voluntad y coraje.
Aún así, la ciudad sigue siendo la mejor oportunidad para asistir a eventos artísticos, visitar museos, valorar su historia y arquitectura. Y sobre todo experimentar distintas culturas, las cuales puedes vivir y saltar de una a otra, viajando un par de paradas en sus cientos de líneas de metro subterráneo.
El ser humano no dejará de ser humano. Y muy pronto, toda esta “boberIA” nos comenzará a saber a cacho. Veremos que el latón no es oro, que el vidrio no es diamante, que el espejo no es mágico.
No se trata de izquierdas o derechas. De Petristas o Uribistas, de decir el disparate más sonoro para ganar likes en redes sociales. Se trata de sentido común. De humanidad. Colombia necesita, con urgencia, un liderazgo que nos hable con la verdad, que obre desde la sensatez, que no alimente más odio, que nos ayude a entender lo grave del momento que estamos viviendo para poder pararlo.
La invitación es a que valoremos más a los hacedores, los que tienen acabativas. Los que tienen la valentía de incomodarse y romper el esquema. Los que se atreven a pasar del romanticismo de la idea, al caos de la ejecución. Soñar es importante, pero hacer es urgente.