Mercado negro, de oro negro
El “petróleo fantasma” no solo es un problema de mercado, sino una amenaza a la estabilidad económica y geopolítica mundial que demanda atención urgente y acciones coordinadas.
El “petróleo fantasma” no solo es un problema de mercado, sino una amenaza a la estabilidad económica y geopolítica mundial que demanda atención urgente y acciones coordinadas.
Dinamarca no es un modelo para emular a la ligera, pero sí es una muestra de lo que se puede lograr cuando la transición es técnica, política y cultural. Lo que prima es escoger con quién nos integramos, cómo nos protegemos y hasta qué punto estamos dispuestos a ceder control para ganar resiliencia.
De acuerdo con fuentes consultadas, el apagón que vivieron países de Europa es fruto de improvisación política y técnica. Contrario a lo que los responsables quisieran haber reportado, una fuerza mayor irresistible, todo apunta a que el apagón que paralizó partes de España, Portugal y Francia, estuvo relacionado con limitaciones estructurales del sistema eléctrico.
En el ajedrez geopolítico, la energía es pieza clave. Cuando un país renuncia a su seguridad energética, compromete su seguridad nacional y su soberanía, entrando en la zona de vulnerabilidad, es decir, la incapacidad para definir una política energética libre y soberana.
No hay que forzar su adopción a gran escala sin resolver primero los obstáculos, sino integrarla progresivamente a un sistema diversificado. La energía solar es el futuro, pero necesita ajustes para ser el presente.
Al final, BP y Equinor, como otros, descubrieron que la fortuna no siempre acompaña a los audaces, sino a los que saben cuándo regresar a su terreno conocido, y tuvieron la suerte y la oportunidad. La misma que ojalá tengan todas las empresas o países que opten por una transición sin planificación.
La intermitencia de las fuentes renovables solar y eólica impone límites que no garantizan suministro continuo, asequible y seguro, las tres premisas del equilibrio del trilema energético. Mientras no exista una solución viable para almacenar energía a gran escala o confiabilidad sin depender del sol o el viento, necesitaremos combustibles fósiles por muchos años más.
La explotación de fósiles es un motor clave de la economía y las presiones globales hacia la descarbonización han obligado a nuestros bancos a revisar su exposición a estos activos. Sus decisiones plantean desafíos importantes para su propia rentabilidad.
Sin seguros para la energía de hoy no habrá transición a las energías de mañana, pero la regulación, que parecía impulsar lo verde, asfixia ahora a algunos sectores y las empresas están atrapadas entre expectativas de accionistas, exigencias regulatorias y la opinión pública.
Los compromisos voluntarios no son viables sin un marco de acción que distribuya los costos de la transición de forma proporcional. El camino por seguir, si se quiere que el sector financiero sea parte de la solución, demanda medidas concretas.