La historia energética argentina de los próximos años se escribirá desde sus entrañas. Un contraste desafortunado lo ofrece Colombia, que enfrenta hoy un déficit creciente de gas natural y decide no aprovechar sus reservas no convencionales en el subsuelo y seguir dependiendo de costosas importaciones para el usuario final.
El “petróleo fantasma” no solo es un problema de mercado, sino una amenaza a la estabilidad económica y geopolítica mundial que demanda atención urgente y acciones coordinadas.
Dinamarca no es un modelo para emular a la ligera, pero sí es una muestra de lo que se puede lograr cuando la transición es técnica, política y cultural. Lo que prima es escoger con quién nos integramos, cómo nos protegemos y hasta qué punto estamos dispuestos a ceder control para ganar resiliencia.
De acuerdo con fuentes consultadas, el apagón que vivieron países de Europa es fruto de improvisación política y técnica. Contrario a lo que los responsables quisieran haber reportado, una fuerza mayor irresistible, todo apunta a que el apagón que paralizó partes de España, Portugal y Francia, estuvo relacionado con limitaciones estructurales del sistema eléctrico.
En el ajedrez geopolítico, la energía es pieza clave. Cuando un país renuncia a su seguridad energética, compromete su seguridad nacional y su soberanía, entrando en la zona de vulnerabilidad, es decir, la incapacidad para definir una política energética libre y soberana.
No hay que forzar su adopción a gran escala sin resolver primero los obstáculos, sino integrarla progresivamente a un sistema diversificado. La energía solar es el futuro, pero necesita ajustes para ser el presente.
Al final, BP y Equinor, como otros, descubrieron que la fortuna no siempre acompaña a los audaces, sino a los que saben cuándo regresar a su terreno conocido, y tuvieron la suerte y la oportunidad. La misma que ojalá tengan todas las empresas o países que opten por una transición sin planificación.
La intermitencia de las fuentes renovables solar y eólica impone límites que no garantizan suministro continuo, asequible y seguro, las tres premisas del equilibrio del trilema energético. Mientras no exista una solución viable para almacenar energía a gran escala o confiabilidad sin depender del sol o el viento, necesitaremos combustibles fósiles por muchos años más.
La explotación de fósiles es un motor clave de la economía y las presiones globales hacia la descarbonización han obligado a nuestros bancos a revisar su exposición a estos activos. Sus decisiones plantean desafíos importantes para su propia rentabilidad.
Sin seguros para la energía de hoy no habrá transición a las energías de mañana, pero la regulación, que parecía impulsar lo verde, asfixia ahora a algunos sectores y las empresas están atrapadas entre expectativas de accionistas, exigencias regulatorias y la opinión pública.