Abandonarse. No hay otra palabra que mejor capture la situación que atraviesan las millones de mujeres en el mundo que les toca entregar su vida entera al cuidado de su hogar.
Y es precisamente este esfuerzo lo que posibilita que quienes cuida, con tanta entrega, puedan vivir. En pocas palabras, son las encargadas de asentar las bases desde las cuales sus seres más queridos despegan hacia sus sueños.
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Lo cierto es que en las últimas décadas, esta labor ha sido declarada como un trabajo que debe visibilizarse y remunerarse por el tiempo que las mujeres, y también hombres, dedican al cuidado de sus familias.
“El cuidado absorbe”, encarnó estas palabras Nelsi Ariza, una mujer afrocolombiana oriunda de Cartagena. De niña, Ariza tuvo que cuidar de sus abuelos y sus hermanos más pequeños, lo que retrasó sus estudios.
“Si bien es cierto que el cuidado es para todos y todas, en su mayoría somos mujeres quienes asumimos esa responsabilidad”, aseguró la mujer de 70 años.
Esto la llevó a abandonar inmediatamente sus sueños. Por eso, Ariza decidió trabajar para poder solventar a quienes cuidaba. Pero con mucho empuje logró graduarse, años después y ya mayor, de pedagoga.
“Cuando yo tenía que dejar de trabajar para poder hacer las prácticas, me tocaba pedir licencia. Por eso valoro mucho a las mujeres que se atreven a hacer eso, porque ya yo pasé por ese camino”, recordó.
Y aseguró que lo que posibilitó que culminara sus estudios fue el privilegio de codearse con personas que pensaban distinto: “Eso me ayudó a despertar y a combinar el hecho de que podía seguir estudiando y aportando al cuidado”.
A propósito, Nelsi hace parte de la Asociación Santa Rita para la Educación y Promoción (Funsarep), una organización con 38 años de trayectoria dedicada a la educación, la promoción y la defensa de los derechos humanos.
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Este colectivo, en palabras de Nelsi, también está comprometido con el cuidado de la vida, los derechos, el ambiente, la espiritualidad, la memoria histórica y ancestral, haciendo también énfasis en las otras formas de cuidado.
La economía del cuidado
Ni la mujer nació con el don de cuidadora ni está hecha para permanecer en el hogar. El cuidado es un trabajo, y, por ende, se puede aprender. Así lo aseguró la directora del Sistema Nacional del Cuidado del Ministerio de Igualdad, Natalia Moreno, en diálogo con EL HERALDO.
Pero, ¿qué es el trabajo del cuidado? Según la encargada, corresponde a todas las actividades diarias que se emprenden para nuestra existencia; es decir, lavar, planchar o cocinar. Pero también toda protección que se le brinda a las personas que más requieren apoyo, como niños y niñas, personas mayores o con alguna discapacidad.
“Como el Estado, lamentablemente, hoy no garantiza el derecho al cuidado, son principalmente las mujeres quienes lo asumen, sea de forma remunerada o no remunerada”, explicó.
De esta forma, el problema radica cuando no se reconocen ni se visibilizan estas prácticas formalmente para que se desarrollen de manera digna.
En el libro ‘Economía para la pipol’ –publicado este año por las periodistas Valerie Cifuentes, María Camila González, y Ángela Gómez– se enfatiza en la importancia de “reconocer que los hogares no solo son clave para la economía por lo que consumen o gastan, sino también por lo que producen con las actividades no remuneradas”.
Las escritoras alegan que el hecho de que el país no tenga una infraestructura pública amplia que minimice las cargas, “limita las oportunidades de desarrollo profesional y económico, condenando a muchas mujeres al rezago y la pobreza”.
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Este manual, tal como ellas lo describen, también recopiló datos de la ONU que evidencia que la participación de la mujer, más allá de ser clave en el mercado laboral, es obligatorio para obtener un máximo potencial económico en el planeta.
Según las cifras de la ONU, en el 2017, sostienen que si las mujeres participaran en igualdad de condiciones en la economía, el PIB mundial podría aumentar un 26 %, el equivalente a 12 billones de dólares para 2025.
Panorama en Colombia
De acuerdo con el Ministerio de Igualdad, datos recientes del Dane aseguran que al menos 17 millones de personas en el país requieren cuidado, entre ellas niños, niñas y adolescentes, personas mayores, personas en condición de discapacidad y personas con afecciones de salud.
La misma cartera enfatizó que la mayoría del cuidado se realiza en el hogar y la comunidad, principalmente por parte de mujeres. En Colombia, 6.8 millones de personas cuidan sin recibir remuneración, con una dedicación diaria de 7 horas. En el caso de las mujeres indígenas, esta dedicación asciende a 9 horas.
En el departamento del Atlántico, la Gobernación —con información de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (Geih) del Dane 2024— reportó que en el territorio hay 21.903 personas que realizan actividades de trabajo no remunerado, de las cuales 8.281 (62.3 %) son hombres y 13.622 (90.5 %) son mujeres.
En esta misma encuesta se estableció que el 78.5 % de las personas que manifestaron realizar actividades de trabajo no remunerado se dedican al trabajo doméstico. En ese sentido, el 92 % de las mujeres realizan trabajo doméstico, frente al 62,4 % de los hombres. Además, se indicó que el tiempo destinado por las mujeres es un 40 % superior al de los hombres.
Por otro lado, de acuerdo con los datos del censo realizado por la Alcaldía de Barranquilla en el segundo semestre de 2024, en la ciudad hay 21.500 cuidadores y 41.488 personas en condición de discapacidad.
De esos 21.500 cuidadores, el 86 % son mujeres y el 10 % son adultos mayores de 65 años. Asimismo, se estableció que el nivel educativo de los cuidadores en Barranquilla es el siguiente: primaria (21 %), secundaria (4 7%), técnico o tecnólogo (21 %), pregrado (10 %) y posgrado (1 %).

Políticas públicas
La directora del Sistema Nacional del Cuidado del Ministerio de Igualdad, Natalia Moreno, relató que esta es una iniciativa del actual Gobierno, que nació a través de la Ley 2281 de 2023.
En dos años, han expedido dos leyes que lo crean, publicaron sus decretos reglamentarios, y formularon una política pública con $25.6 billones y más de 136 acciones para implementarla. Además, sancionaron la Ley 2297 de 2023, conocida como la Ley de las Cuidadoras, la cual cuenta con más de cuatro sentencias de la Corte Constitucional que blindan jurídicamente este sistema.
“El Estado debe garantizar que si alguien necesita cuidados, se le asigne un cuidador o acceda a una oferta institucional adecuada”, explicó.
El objetivo principal de esta política pública es brindar acciones por parte de 15 ministerios para garantizar la dignidad de las personas cuidadoras: que puedan trabajar en condiciones dignas, cerrar sus brechas educativas y acceder a servicios de bienestar.
En estos planes también está ONU Mujeres con el proyecto ‘Entornos que cuidan’. Esta iniciativa, financiada por la Embajada de Canadá, busca generar soluciones innovadoras para redistribuir equitativamente el trabajo de cuidados en Colombia, mejorando así las condiciones socioeconómicas de mujeres y niñas.
Esta propuesta opera a nivel nacional y territorial, apoyando la formulación del Sistema Nacional de Cuidado y de sistemas locales en territorios como Cumbal, Quibdó, Villavicencio y el Cauca.
Según los estudios que han adelantado, han encontrado una desigual distribución del trabajo de cuidados, en la que las mujeres son quienes mayoritariamente asumen estas tareas, fundamentales para la vida y el sostenimiento de los territorios. Sin embargo, el hecho de asumir esta responsabilidad ha tenido consecuencias personales, profesionales, educativas y laborales para muchas de ellas.
Las grandes pensadoras que trajeron a la mesa global el concepto
Tomando como referencia la información recopilada del libro ‘Economía para la pipol’, las autoras encontraron que la economía del cuidado es el resultado de un largo proceso de análisis y debate. A lo largo del tiempo, diversas pensadoras han cuestionado la invisibilidad del trabajo doméstico y la división sexual del trabajo. Por ejemplo, Flora Tristán y Louise Michel, pensadoras francesas del siglo XIX, denunciaron que el trabajo doméstico era ignorado y que existía una fuerte desigualdad entre hombres y mujeres en las tareas del hogar.
Y en los años 30 del siglo XX, la economista canadiense Margaret G. Reid fue pionera al estudiar el valor económico del trabajo doméstico. Más tarde, en los años 70, las feministas Mariarosa Dalla Costa (Italia) y Selma James (EE. UU.) impulsaron el debate sobre la remuneración del trabajo doméstico, destacando el rol de la familia como espacio de producción y a la mujer como reproductora de la fuerza laboral.
Por otro lado, según análisis académicos y feministas, Aristóteles contribuyó a justificar la división sexual del trabajo al asociar el trabajo doméstico con la “naturaleza pasiva” de las mujeres. Consideraban que los hombres, por ser “racionales”, debían ocupar roles en la vida pública, la política y la filosofía.
La conservación de los saberes ancestrales de los arhuacos
El cuidado también se extrapola a otras formas y a otros espacios. Álvaro Izquierdo, representante del pueblo Arhuaco y de la organización Josa, relató que su comunidad entiende el cuidado como una práctica ancestral y colectiva, centrada en la protección del medio ambiente, los saberes ancestrales y las buenas prácticas culturales.
“Josa busca conexiones y alianzas que permitan hacer entender que lo que realmente prevalece en una cultura es el saber, el conocimiento y las buenas prácticas”, manifestó a esta casa editorial.
No obstante, indicó que con el acompañamiento del Ministerio de Igualdad han logrado identificar que sí existe una sobrecarga de trabajo en sus comunidades, por lo que se encuentran en la búsqueda de redistribuir y visibilizar dichas labores.
A propósito, la Unisimón lanzó esta semana el Programa Nacional de Fortalecimiento a Organizaciones de Cuidado Comunitario, en el cual se identificó, precisamente, que el país también cuenta con otras formas de cuidado basadas en la comunidad.
“Aún existen redes colectivas de cuidado que han permitido evidenciar que las comunidades mantienen vínculos y formas organizadas de apoyo mutuo”, expresó María Noemí González, líder científica del programa.