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Son muchas hectáreas de tarulla que cubren el caño de la Intendencia Fluvial en Barranquilla.

JOSEFINA VILLARREALHERRERA

Esta plántula, cuando aparece, lo hace por todo lo alto y cubre la laguneta en una sábana verde que, si bien al ojo encanta, a los pescadores “espanta”.

Ubicados en la orilla del agua, justo al frente de sus canoas, observan cómo su obstáculo va reproduciéndose, como una plaga, a lo largo y ancho de su fuente de ingreso.

“A nosotros lo que nos tiene atrancado es la tarulla. Es más lo que duramos pasando por la tarulla que lo que trabajamos buscando el sustento diario”, expresó frustrado Dimas Moreno, pescador de más de 50 años en la ciudad.

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Adicionalmente comentó que el olor es desagradable, puesto que, además de contener sus embarcaciones, empoza el agua.

“Y a pesar de eso ingresamos a esa agua. Pero por necesidad, porque ahí tenemos que pasar diariamente”, confesó.

A los pescadores les toca arrancar la planta y, con dificultad, logran atravesar. Sin embargo, en el proceso también se perjudican sus embarcaciones, puesto que en la tarulla vive un gusano que acaba con la madera.

“Por eso estamos echando a todos los botes de madera fibra, es decir, los estamos revistiendo con este material. Con eso, el pescador no va a tener que estar cambiando tablón cada mes”, explicó Luis Mendoza, pescador que se dedica al arreglo de botes.

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En ese orden de ideas, los pescadores solicitaron la atención y el apoyo de las autoridades ambientales competentes.

Luces y sombras de la tarulla

En efecto, la presencia de tarulla genera un cadena de problemas para la comunidad. No obstante, esta planta es importante en el ecosistema.

De acuerdo con Nelson Rangel, docente de Uniatlántico, estas plantas se encargan de filtrar nutrientes y contaminantes del agua; sirve como refugio y hábitat de especies; regula la temperatura superficial del agua y reduce la erosión en zonas de flujo bajo y aporta materia orgánica a la red trófica.

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También indicó que reducen el oxigeno disuelto, lo que genera hipoxia y mortandad de fauna; sus sombras densas afectan la flora acuática sumergida; favorece la proliferación de mosquitos, y generan riesgo de incendios cuando se acumula en épocas secas.

Según Ayari Rojano, bióloga de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico, estas plántulas pueden incrementar su biomasa en más de un 12 % por día, debido a que son altamente eficientes por sus características anatómicas y sus procesos fotosintéticos son altamente productivos.

La contaminación influye

La tarulla —cuyo nombre científico es Eichhornia crassipes— es originaria de Colombia y Venezuela. Hernando Sánchez, biólogo de la Universidad Simón Bolívar, explicó que una de las razones de su propagación también reside en la contaminación del agua.

“La contaminación orgánica por agricultura finalmente llega a los ríos y eso hace que el agua se nutrifique. Si hay tarullita por ahí, empieza a crecer a una velocidad impresionante”, expresó.

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Asimismo, enfatizó en la importancia de conservar especies como el manatí, que naturalmente se alimenta de tarulla y ayuda a controlar su propagación.

Finalmente, recalcó su papel en la medicina tradicional, ya que los indígenas las utilizaban como remedio para la fiebre, la diarrea y otros síntomas de gripa.