Hace siete años una tía de Carlos Ceballos lo visitó en su residencia en California (EE. UU.) y le llevó un regalo que en una visita a la Sierra Nevada de Santa Marta el pueblo arhuaco le confió a 'alguien muy especial'. Se trataba de un sombrero, un objeto que a la vista general puede ser común, pero que guardaba una conexión especial con la misión que Carlos tenía asignada, pero que se le presentaría en su vida mucho tiempo después. Sin comprender del todo el hecho, Carlos lo aceptó y conservó. 'Ahora lo llevo todo el tiempo conmigo, especialmente, cuando hago las degustaciones en los mercados'.
Comenzó a darse cuenta de una conexión especial cuando, a raíz de la pandemia de la covid-19, reflotó la inquietud que desde niño tenía por el cuidado del medioambiente y revivió el recuerdo de un viaje a la Sierra Nevada con su abuela donde descubrió que los indígenas cultivaban el café para, más allá de un beneficio comercial, regenerar sus tierras devastadas.
Se interesó por el café indígena, pero no encontraba una manera de conseguirlo, hasta que un socio le presentó por WhatsApp a Emilio Chaparro, un mamo arhuaco con quien 'sintió una conexión de hermandad desde el primer momento' y con el que pudo comprender 'la cultura arhuaca'.
'La base de este emprendimiento es que la cultura arhuaca sea valorada en la cultura global. Que la gente entienda de este aporte y que los indígenas sientan eso, hay muchos de su juventud que quieren salirse de esa cultura. La base tiene que ser dar la oportunidad de que se sientan orgullosos de su cultura', comentó Carlos Ceballos.
'No nos interesa tanto vender. Nos interesa que la gente entienda la realidad del territorio ancestral, lo que contiene y cuál es el espíritu del pueblo arhuaco. El espíritu que contiene el universo', dijo a su turno Emilio Chaparro.