*Por Fausto Pérez
—Aclaremos las cosas: mi primer apellido es Guerra, como el de mi padre biológico, que se llamaba Isaías. Pero él no se casó ni vivió con mi mamá, y como era costumbre de la época que a los hijos naturales se les pusiera el apellido materno, entonces yo llevé el de ella: Landero, sin ese al final. Aclaro esto porque muchos lo han escrito, lo escriben y lo pronuncian erróneamente en plural cuando se refieren a mí. De modo que soy Landero y no Landeros. ¿Aclarado el asunto? —.
—Asunto aclarado, maestro-, contesté.
Así empezó la última conversación que sostuve con el indestronable ‘rey de la cumbia’, Andrés Landero, aquel soleado mediodía del 29 de julio de 1998, en el restaurante ‘La pava congona’, de su propiedad, en su natal San Jacinto.
En compañía de Alfredo Gutiérrez viajábamos de Barranquilla a Sincelejo, e hicimos un pare en la entrada de San Jacinto. Al día siguiente, por la noche, en el recién inaugurado Teatro Municipal de la capital de Sucre, el trirrey vallenato ofrecería el concierto central del homenaje al maestro Landero, organizado el periodista Alfonso Hamburger, en el que participarían, entre otros, los Corraleros de Majagual, y Abel Antonio Villa.
—A esto es lo que me refiero –dijo el maestro, mostrándome la crónica que el periodista Jorge García Usta publicó en ‘Diez juglares en su patio’, libro en coautoría con Alberto Salcedo Ramos. En el texto de García Usta, el apellido del maestro estaba escrito con ese al final.
—No es que me incomode, pero las cosas son como son. Por ejemplo, el apellido del autor de la nota es García nos Garcías. ¿Me hago entender?
—Por supuesto, maestro –dije, y enseguida apunté-. Tengo entendido que usted fue el único hijo que tuvieron Isaías Guerra y Rosalba Landero y que su padre fue un tremendo gaitero que anduvo con Toño Fernández.
—Así es. Nací el 4 de febrero de 1931, del vientre de Rosalba Landero, quien me crió con mi padrastro Dolores Estrada. Mi nombre completo es Andrés Gregorio, y mi inquietud por la música se despertó desde niño. El primer acordeonero que me impresionó fue Pacho Rada. A él lo vi tocar aquí en San Jacinto, siendo yo un pelao de 17 años.
La charla se desarrolló en medio de un suculento sancocho de gallina criolla. Entre sorbo y sorbo, Landero nos contó que la primera canción que compuso fue ‘Alicia la campesina’.
—La escribí recién cumplidos los 20 años de edad. Es un paseo que Carlos Román intentó robármelo, pues lo grabó con Los Vallenatos del Magdalena, y le estampó su firma sin ningún remordimiento. Yo me puse las pilas y llevé todo hasta las últimas consecuencias. El tiempo y la justicia decidieron las cosas a mi favor.
Alicia la campesina, la saqué de la montaña (bis)/ se fue y me dejó llorando, así a un hombre no se engaña (bis)…
Nos habló, también, de la mujer que inspiró la sentida canción ‘Las miradas de Magaly’…
—Resulta que yo estaba en una de mis andanzas por un pueblo del Magdalena que llaman Cantagallar. Llevaba cuatro días de parrandas seguidas y fui a parar al rancho de un amigo pescador. Allá me llevaron un cajero y un guacharaquero, y armamos un parrandón de despedida. Cuando terminé, un borrachito me ‘jaló’ por el brazo y me dijo: 'Landero, estás en cero. A la mujer más bonita de todas no le cantas nada'. ¿Y quién es?, le pregunté. 'Es la seño Magaly, aquella que está allá. Pasado mañana se va de vacaciones'. Vi a la mujer y quedé ‘flechado’. Ahí mismo agarré el acordeón y canté:
¡Ayyyyyy! Las miradas de Magaly/ son las que me están matando/ se la llevaron pa’ Cali, Landero quedó llorando…
Luego vino la presentación formal con Magaly; cuatro preguntas para tantear el terreno y sobrevino lo inminente: un tórrido romance que se reanudó a su regreso de Cali, dos meses después. No tuvieron hijos, pero quedó esa hermosa canción como recuerdo imperecedero de un amorío inesperado.
Extensa fue la trayectoria artística de Andrés Landero, con más de 400 grabaciones. El merengue ‘El duelo’ y la cumbia ‘La sanjacintera’ fueron las canciones que formaron parte de su primer sencillo, grabado en el sello Curro de Cartagena. A partir de los 60 pasó a formar parte del catálogo de Discos Fuentes e incrementó su producción en cantidad y calidad, destacándose piezas de su autoría como ‘El clarín de la montaña’, ‘La pava congona’, ‘Perdí las abarcas’ y ‘Flamenco’, y dos joyas de Adolfo Pacheco: ‘Mercedes’ y ‘La hamaca grande’, entre otras.
Andrés Landero, hombre enraizado en la cumbia, estuvo casado con Lastenia Alvis Blanco, y procreó 23 hijos con diferentes mujeres. Fue un músico auténtico, repentista. No era un digitador tremendista como Luis Enrique Martínez, Alfredo Gutiérrez o Israel Romero, pero tenía lo suyo, y bien puesto. Falleció el 1 de marzo de 2000, en Cartagena. Tenía 69 años. ¡Su recuerdo prevalece en los corazones!
*Especial para
EL HERALDO