Emily Triana caminaba por el Paseo Bolívar buscando unos patines con luces para su sobrina de 10 años. El calor de mediodía le 'asfixiaba' a pesar de que la brisa decembrina mitigaba un poco la temperatura.
'Estoy sudando por la cantidad de gente', decía al tiempo que se echaba fresco con un abanico de mano. Tras una corta pausa para comprar una botella de agua retomó su búsqueda exhaustiva del niño Dios.
'No ha sido fácil conseguir los patines que ella quiere. Estoy ayudando a mi hermana en la compra de los juguetes porque trabaja todo el día, pero estoy contenta de que quiera patinar porque hoy los niños solo piden tabletas, videojuegos y tecnología', contaba reanudando la marcha.
En esa misma feria, ubicada en el Paseo Bolívar, Libia Jackson junto a su hija y su nieta recorrían el espacio que empezaba en la carrera 44 y terminaba de cara al edificio de la Caja Agraria en busca de juguetes para obsequiar en una novena de aguinaldos.
Libia llevaba una bolsa repleta de balones de caucho mientras su hija cotizaba carros para los niños y muñecas para las niñas.
'He visto mucho movimiento en el Centro, pero pienso que ha sido inferior al de años anteriores donde casi ni se podía caminar por la cantidad de gente que venía a comprar', apuntaba, pidiéndole al vendedor que le atendía que le mostrara un juego de cocina del que se antojó su nieta de ocho años.