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Ningún músico nacional ha logrado, con tanto reconocimiento, lo que hizo Álvaro José Arroyo (1955-2011). El padre de La Rebelión supo cómo reescribir un relato afro y convertirlo en himno reivindicador, ese que pide entre pitos y timbales que 'no le pegue a la negra', que no cuenta la historia desde afuera sino que le da su propia voz.

'Quiero contarle, mi hermano,

un pedacito de la historia negra,

de la historia nuestra, caballero.

Y dice así…'

Joe Arroyo supo entender la cultura popular, retratar el Caribe y llevar esos códigos tan nuestros a un lugar que, al igual que su música, traspasa las barreras tanto culturales como geográficas: la pista de cualquier bailador. Y lo hizo, no necesariamente, consciente de todo aquello.

El repertorio de este genio de la música bailable, compuesto por 47 álbumes y al menos 300 canciones, abarca toda una cosmogonía de lo afroantillano y lo Caribe –saben de lo que hablo si escuchan Musa original–. Hoy, a ocho años de su muerte, los estudiosos y amantes de su obra siguen encontrando nuevos significados en sus temas, explicando así por qué su legado aglutina, de forma tan clara, una idea de nación.

'Joe Arroyo tuvo dos características muy importantes. Una suerte de olfato para encontrar en las tradiciones antillanas, música, temas y letras que eventualmente podían hacer parte de su repertorio, así como esa suerte de oído con la que era posible transcribir notas mientras él tarareaba arreglos que resultan ser lo más de pegajosos y comerciales', explica Jaime Monsalve, jefe musical de Radio Nacional de Colombia.

En una de sus más recordadas entrevistas, concedida al periodista y cronista Ernesto McCausland, Joe Arroyo le cuenta que compone pensando en el bailador. Después de componer y grabar un tema, Joe lo escuchaba solo en su habitación y lo bailaba imaginando que él era el público. Se ponía en los zapatos del que baila suelto, del que baila apretado o del que está enamorado.

'En sus canciones, el Joe encierra el espíritu popular. En Echao pa' lante, por poner un ejemplo, resume muy bien el baile en una sola baldosa, en una tarde de lluvia, una experiencia que no creo que algún habitante del Caribe no haya tenido o que no se vea reflejado en ella', considera el historiador y escritor Javier Ortiz Cassiani.

De ahí también esa 'suerte de oído' de la que habla Monsalve. La música del Joe es música que él armaba y desbarataba en su cabeza, con adornos que le brotaban de las entrañas y que iban a parar a la pista y a los oídos de quien siente el baile.

'Las músicas de matriz afro son músicas donde el ritmo es determinante. Las músicas andinas o de base indígena son menos agresivas en su ritmo y generan menos interés en moverse. El Joe invita a que el cuerpo dialogue a través del baile, un poco como somos los caribeños, que somos muy corporales. Son culturas donde el manejo del cuerpo marca. Benítez Rojo decía que en el Caribe no bailar es tan condenable como la halitosis', asegura Cassiani.

RAÍCES CLARAS. Una de las tantas cosas que más atrapa del Joe, al menos para su biógrafo Mauricio Silva, autor de los libros El Centurión de la noche (2008) y ¿Quién mató al Joe? (2012), es cómo este interprete, compositor y personaje, todo en uno, explora sus raíces folclóricas y abre el espectro 'para tener una colorida exposición de diferentes influencias'.

'El Joe arrancó haciendo folclor a los 14 o 15 años, después termina en la banda Fruko y sus Tesos (1972 a 1981) haciendo salsa pura y se encontró con un sonido que a él le impactó mucho, pero que en el fondo no era el de él, de tal manera que cuando deja Fruko y hace su orquesta La Verdad (1981 a 2011) decide retomar sus raíces folclóricas. Y no solo eso sino que el Joe abre todo el espectro para tener una colorida exposición de diferentes influencias, todas de la música del Caribe: soka, reggae, calipso y merengue, que las funde en un sonido que es su sonido, el ‘Joesón’. Eso lo hace muy especial y muy sabroso', dice Silva.

En eso coincide Monsalve. Joe, el creador del ritmo llamado ‘Joesón’, supo inmiscuirse en todos los lenguajes posibles del Caribe, así como llevar esa música regional a escucharse, bailarse y seguirse bailando dentro y fuera del país.

'Me encanta que el Joe se sale de los cánones que uno espera de una artista de un formato porque él es imposible de encasillar. Si bien quienes guardan sus discos lo hacen en la categoría salsa, no es todo lo que abarca el Joe, que también hizo cumbias, porros, el ‘Joesón’ y que además tiene toda una faceta de música de Carnaval que ocupa un espacio importante', asegura Monsalve.

'Logró darse cuenta de que había que abarcar repertorios más amplios que la cumbia o la salsa. Esto es algo tiene que ver con el entorno barranquillero y la llegada de los discos que venían del Caribe y de África y cómo esa pesquisa del pueblo alrededor de la música antillana y africana estaba muy viva en los 70 y 80, cuando Joe comenzó a sacar sus sonidos. Él estaba muy sintonizado con eso y supo mostrar ese mapa musical de Barranquilla', es la consigna del músico, compositor, productor y melómano colombiano Mario Galeano.

Su timbre, su voz, los arreglos, las mezclas, su relación con la pista, su lectura de lo que quería el bailador. El Joe no dejó cabos sueltos. Su música es perpetua.