¿Joven inocente que mintió para hacerse camino en Nueva York o criminal que robó y merece cárcel? Un jurado de Manhattan comenzó el martes a deliberar sobre la suerte de la falsa heredera ruso-alemana Anna Sorokin, cuya fascinante historia será relatada en series por Netflix y HBO.
'En una ciudad que favorece el dinero y la apariencia del dinero', la joven Anna Sorokin, de 28 años, debió, como el cantante Frank Sinatra en sus inicios, recurrir a trucos poco ortodoxos para acceder a las oportunidades, dijo en sus alegatos finales Todd Spodek, el abogado de esta millennial que engañó a celebridades, banqueros, artistas y amigos durante casi un año, entre 2016 y 2017.
Con sus astutas mentiras y una inaudita confianza en sí misma, la joven consiguió que varios bancos le prestaran decenas de miles de dólares, viajó gratis en aviones privados y vivió meses en lujosos hoteles de Manhattan cuyas cuentas nunca pagó, según la fiscalía de Nueva York.
Sorokin, hija de un exchofer de camiones ruso que se mudó a Alemania cuando tenía 16 años, intentó asimismo conseguir un préstamo de 22 millones de dólares para financiar un club privado en Manhattan que albergaría una colección de arte, bar y discoteca.
Inclusive invitó a su ex mejor amiga, la editora de fotos de la revista Vanity Fair Rachel Williams, a una villa en Marrakech de 7.000 dólares la noche. Ofreció pagarle todo, pero luego le hizo pagar la cuenta entera: 62.000 dólares, más que el salario anual de la fotógrafa, que nunca devolvió.
Spodek aseguró al jurado que Williams es una oportunista que trata de maximizar el dinero y ha vendido su historia a Vanity Fair, HBO y a la editorial Simon&Schuster.
La fiscal Catherine McCaw pidió al jurado que declare a Sorokin culpable y recordó que esta contó 'mentira tras mentira' con el fin de cometer crímenes: falsificó estados de cuenta y transferencias bancarias, documentos de identidad y hasta inventó a dos supuestos contadores.
Sorokin, que este martes llevaba un vestido corto de encaje blanco y zapatos negros de altos tacones, no miró al jurado. Mantuvo la cabeza baja, y leía documentos sobre su escritorio. Si es hallada culpable, puede ser sentenciada a hasta 15 años de cárcel.