Un anillo de plata que porta en el dedo anular de su mano derecha y lleva a todas partes le recuerda a monseñor Pablo Emiro Salas Anteliz que 'la iglesia de Barranquilla' es su 'esposa'. Para ser más claros, el 14 de noviembre de 2017 el Papa Francisco oficializó esa unión al nombrarlo Arzobispo de la capital del Atlántico.
Es de Valledupar y antes de llegar a La Arenosa había sido párroco de San Francisco de Asís de la Paz, capellán de la Normal María Inmaculada de Manaure, párroco de la Inmaculada Concepción de Valledupar, obispo de la Diócesis de El Espinal y obispo de Armenia, entre otros cargos.
A simple vista su rostro es el de una persona recia, sumado a sus más de 1,80 metros de estatura, contextura robusta y tono de voz fuerte. Disfruta de la música vallenata tradicional 'que se escuchaba' en su casa, casi siempre en la voz de su papá Melquiades Salas Carrillo (fallecido hace poco más de un año), 'gran cantante' y descendiente de la dinastía Salas.
'Pregunte de lo que quiera', dice monseñor. En esa línea recuerda la época en que le llegó el llamado de la vocación estando en cuarto de primaria, y también cuando esa vocación trastabilló en quinto de bachillerato. 'Fue la crisis de la adolescencia, ese combate que se da entre lo que el mundo te da y te reclama, y lo que Dios quiere de ti, como es normal en todos los adolescentes de ahora. Al final el Señor ganó la batalla e hizo prevalecer su llamado'.
La polarización que divide a los colombianos, la Barranquilla que progresa y la marginal, los casos de pederastia que afectan a la Iglesia Católica, la celebración de la Semana Santa y su llamado a la unión familiar son algunos de los temas que monseñor responde sin titubeos en esta entrevista en la que publicamos sus principales apartes.