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Este sábado 9 de febrero se conmemora el centenario del natalicio de Alejo Durán, un gigante de la música del Caribe Colombiano cuyo legado a ritmo de acordeón se ha mantenido vigente por generaciones.

Vale la fecha para recordar no solo al gran artista, sino a aquel tipo sencillo, dueño de un carisma muy particular que seducía a la gente no solo por su canto, sino por su personalidad genuina de hombre de campo que siempre lo acompañó; y que además lo adornaba.

Inmenso con su 1,90 de estatura, y coronado siempre con un imperdible sombrero vueltiao, el también llamado ‘Negro grande de Colombia’ será objeto por estos días de homenajes a su obra musical.

Gilberto Alejandro Durán Díaz, su nombre de pila, nació el 9 de febrero de 1919 en El Paso de los Adelantados (Cesar); un pueblo situado entre los ríos Cesar y el municipio de Ariguaní, habitado desde un principio por vaqueros, agricultores, pescadores y tocadores de tambor, que trabajaban en las haciendas Santa Bárbara de las Cabezas y Mata de Indios, concesionarias de la Packing House, multinacional exportadora de carne.

Alejo creció rodeado de una familia de músicos naturales: la mamá, Juana Francisca Díaz Villarreal, era cantadora de tamboras. El tío, Octavio Mendoza, destacado compositor y acordeonero. Sus hermanos, Luis Felipe y Nafer Durán Díaz, diestros también con el acordeón; y el padre, Nafer Durán, ejecutaba igualmente este instrumento.

En su infancia Alejo deambuló por la sabana, y a la edad de 10 años trabajaba ya en la finca Las Cabezas.

En 1943, a los 26 años, sacó de un baúl el viejo acordeón que guardaba su tío Octavio Mendoza, y empezó a hacerlo sonar acompañado de su voz de tono grave y ronca; parecida a la de su madre cuando cantaba tamboras en las fiestas patronales del 25 de abril y el 8 de diciembre, afirman historiadores.

La primera grabación musical la realizó en 1950 para el sello Atlántico de Barranquilla, con el tema Güepaje conocido después como La Trampa.

Alejandro Durán fue un excelente compositor de estilo narrativo y costumbrista, de los últimos que escribió canciones en los cuatro sacrosantos aires del vallenato, entre las cuales podemos mencionar: Fidelina (Son), 039 (Paseo), La mujer y la primavera (Merengue) y Ese negro si toca (Puya).

Compuso unas 350 obras registradas, de las cuales el 60% son paseos, el 30% merengues y el otro 10% incluye puyas, sones, cumbias, porros y lamentos.

Como intérprete Alejo Durán inmortalizó composiciones de otros autores, tales como Alicia Adorada, de Juancho Polo Valencia; y El Verano, de Leandro Díaz.

Su vida de artista está llena de fábulas contadas por él mismo, por sus amigos y quienes lo conocieron.

Muchas de estas aparecen en los libros Alejandro Duran, su vida y su música, publicado en 1999 por Domus Libri, que salió acompañado con 4 CD con 74 temas éxitos. También el libro ilustrado Alejo Durán: el juglar inmortal, con dibujos de Ricardo Sierra y textos de Víctor González, que recrea los episodios más interesantes de la vida de Alejo: parrandero, abstemio, mujeriego, fumador y jugador de billar.

Esta bibliografía cuenta también el excelente reportaje Durán, siempre Durán, del laureado periodista Alberto Salcedo Ramos, que aparece en el libro Diez juglares en su patio.

Destino Planeta Rica

El municipio de Planeta Rica (Córdoba) fue el último hogar del legendario Alejo Durán. Allí llegó en 1962 a la edad de 43 años, cuando su fama peregrinaba por todo el Caribe colombiano como uno de los más grandes juglares de la música popular colombiana. Recorría los pueblos, navegaba por los ríos Magdalena, San Jorge y Sinú, llevando su música alegre con las que conquistaba a las muchachas que caían rendidas por su canto y acordeón.

Alejo también vivió en Barranquilla, y su fama de picaflor la testifican 20 hijos regados en la geografía de nuestro Caribe.

El 29 de abril de 1968 fue coronado en Valledupar primer Rey de la Leyenda Vallenata.

Participó en el concurso con la puya Mi pedazo de acordeón; el son, Alicia Adorada; el merengue, Elvirita; y el paseo, La cachucha bacana.

El segundo lugar lo obtuvo Ovidio Granados, y el tercero Luis Enrique Martínez.

Los jurados fueron Rafael Escalona Martínez, Tobías Enrique Pumarejo, Gustavo Gutiérrez Cabello, Jaime Gutiérrez de Piñerez y Carlos H. Escobar.

Alejo Durán es recordado como un hombre íntegro y transparente, honesto, mujeriego y original. En varias ocasiones señaló que tenía que estar enamorado para seguir componiendo, y sentenció: 'Al amor no se le llora, se le canta'.

Aunque tuvo en vida la gloria de ser reconocido como una de las figuras cumbres de la música vallenata de todos los tiempos, jamás se dejó seducir por la fama. Fue un modesto y digno agricultor y ganadero hasta el último día de su vida.

Alejo Durán falleció en Montería el 15 de noviembre de 1989, a los 70 años, víctima de la diabetes y una falla cardiaca. Cientos de acordeoneros lo acompañaron en su sepelio y la asistencia fue tan masiva que era imposible movilizarse. El ataúd debió ser pasado de mano en mano en su desfile final al cementerio. Gloria eterna al Negro Alejo Durán.