En la que hoy es tierra de los gaiteros, hace seis mil años se elaboró la cerámica más antigua de América. En lo que ahora es conocido como San Jacinto, en Bolívar, surgió una técnica que hoy es la principal herramienta para reconstruir nuestra historia.
'No somos los señores mayores con lupa', es lo que dice Juan Guillermo Martín, antropólogo y arqueólogo, director del Mapuka, el Museo Arqueológico de la Universidad del Norte. Esa es la imagen que tienen muchos en la cabeza cuando se habla de arqueología, la disciplina que permitió descubrir uno de los secretos mejor guardados de San Jacinto.
Tampoco son Indiana Jones, el mítico héroe de las películas de Steven Spielberg. Aunque sí sirvió de inspiración para Martín en un principio —y seguro para varios colegas—, una motivación que se ve reflejada en su oficina con un cartel del estreno de la película Raiders of the Lost Ark. Entre libros, computadores, muestras de cerámica, hojas pegadas con dos mapas y un plano de ‘El Alemán’, el barco hundido en las costas de Puerto Colombia hace 100 años, se dan los planes para las investigaciones de campo, esas que nunca dejan de sorprender con hallazgos y recuperación de nuestra memoria y cultura.
Las investigaciones arqueológicas en el departamento del Atlántico y la Región Caribe, cuenta Álvaro Martes, director del Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico, antropólogo de la Universidad del Magdalena y arqueólogo de la Universidad del Norte, se produjeron a finales de la década de los 40. 'Todo fue producto de la formalización de los institutos de investigación etnológica, bajo la batuta de Paul Rivet, un antropólogo francés que llegó a Colombia huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Ya antes se hacía algo de arqueología, pero fue hasta esta época que comienza a tener mayor rigurosidad académica', dice.