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Se trata de un festival dedicado especialmente al tango, pero no es ni en Buenos Aires ni en Montevideo, sino en una localidad de Montenegro.

Kolasin, una pequeña ciudad del montañoso norte de Montenegro que cuenta con una estación de esquí, es uno de los últimos lugares en los que uno podría imaginarse que haya una floreciente escena tanguera.

Y sin embargo, todos los veranos desde hace ocho años acoge un festival dedicado a este baile, que durante tres semanas atrae a unas 600 personas llegadas de todo el mundo.

'Podríamos llamarlo el 'Woodstock del tango'', dice Darko Dozic, de 36 años, el hombre que importó dicha danza a su ciudad natal en esta antigua república yugoslava.

El festival Campo Tango se convirtió en motivo de orgullo para esta pequeña localidad, que intenta hacerse un hueco en los mapas turísticos, además de una fuente de ingresos nada desdeñable. Pero no siempre fue así.

Desde que nació, el tango ha viajado y se ha exportado muy lejos de sus Argentina y Uruguay natales, pero convencer a la tradicional comunidad montenegrina de que aceptara esta sensual danza no fue fácil, reconoce Darko Dozic.

- Un verdadero desafío -

Darko, que se vio 'contagiado' por el virus del tango durante sus viajes al extranjero, se convenció de que el tango podría ayudar a contrarrestar la depresión provocada por el marasmo económico omnipresente entre sus amigos de la infancia en Montenegro.

Empezó convirtiendo a sus excompañeros del equipo local de básquet antes de lanzarse a repetir sus 'discursos motivacionales' en los cafés de la ciudad para convencer a sus conciudadanos de que se pusieran a bailar.

'Fue un verdadero desafío', recuerda mientras conversa con la AFP. Muchos no aceptaban este baile extranjero e íntimo, opuesto a las costumbres y la sensibilidad dura y machista que domina la ciudad.

Había grupos de hombres que 'venían a vernos bailar, muchos solo para provocarnos', recuerda Darko.